Estados Unidos ha inyectado liquidez en el sistema pero, sobre todo, sigue en sus trece de premiar la mala labor de los especuladores cubriendo con dinero público su derroche o aumentando la liquidez del sistema -aprovechando que ahora el peligro no es la inflación, sino la deflación-.

Este segundo punto puede ser bueno pero el primero no siempre será inmoral: cómo premiar con dinero de todos a quienes han provocado la crisis, por más que parte de ese dinero se ejecute dándole a la máquina de hacer billetes, aprovechando el descenso del precio del petróleo. Una táctica inteligente pero para fomentar una injusticia manifiesta.

En Europa también se ayuda a los bancos, se pretende ayudar a otros sectores (tiene más sentido apoyar a una industria que apoyar a una entidad financiera).

En definitiva, tras perder un año, los líderes occidentales empiezan a tomar medidas. La primera tanda de medidas de George Bush, desde luego, un desastre. Cuando al especulador se le paga lo que ha perdido lo lógico es que vuelva a especular. Las medidas de fomento del consumo, imitadas en Europa por Gordon Brown y ahora, parece, por Alemania y por Francia, tampoco son el camino, desde luego no para España.

España no puede favorecer el consumo reduciendo el IVA porque su problema -y el de toda Europa, pero más que en ningún otro sitio en España- no es el consumo, sino el paro. Siempre es bueno bajar impuestos pero precisamente ahora el último que se debería reducir es el IVA. En tal caso, desglosarlo en una tarifa progresiva -que no progresista- según el artículo de que se trate.  

Por otra parte, el problema de la banca y del tejido industrial español no es de especulación -aunque algún pecadillo sí que tiene- sino de apalancamiento, de endeudamiento excesivo. Y lo mismo ocurre en buena parte de Europa, Francia e Italia, por ejemplo -no así el mundo anglosajón, especialmente Inglaterra, ferozmente especulativa-. El problema es que en Europa, en España, nadie compraba, con su dinero, sino con deuda. Se ha hecho famosa la frase de así se hacen los negocios ahora. Pues bien, esa forma de hacer negocios nos ha llevado al desastre. Y en concreto, en España, a un endeudamiento salvaje de empresa y familias. El caso de Sacyr es sintomático. Pero el apalancamiento está relacionado con la especulación. Por ejemplo: urge recuperar el mercado primario, que hoy es absolutamente marginal en todos los mercados financieros.

Por tanto, la solución no es aumentar el consumo sino la inversión, y ahora es el momento de la inversión pública, porque la privada anda quitándose deuda de encima. Si es cierto que la receta que el jueves 27 ZP presentará en las Cortes es más inversión pública, podremos decir que, por primera vez desde que llegó la crisis, el Gobierno habrá dado en el clavo. Tarde, muy tarde, cuando ya nos hemos puesto a la cabeza del desempleo en Europa, pero algo es algo. Sencillamente, este Gobierno y este presidente son tan desastrosos que no lo creeré hasta verlo, pero, en cualquier caso, ese es el camino, no el de comprar activos bancarios.

No hay que reactivar el crédito, lo que hay que reactivar es el empleo. Y, aunque siempre es buen momento para reducir la carga fiscal, si quieren bajar impuestos que empiecen por los que gravan el empleo. Cambiar cuotas por IVA, por ejemplo. 

Este es el momento de la empresa pública y de que el Estado se endeude para crear puestos de trabajo: infraestructuras energéticas, energía nuclear, agua, reforestación, producción agropecuaria, etc. Y si quieren bajar impuestos, que reduzcan los laborales y los directos. El IVA, nunca.

Porque el problema económico de España sólo tiene un nombre: paro. El resto son apellidos.

¿Será verdad que ZP piensa aumentar la inversión pública para combatir la crisis? ¿Será verdad que, por primera vez, acierta? ¡Ojalá! Pero yo todavía no me lo creo. Este es capaz de montarnos el jueves otra sesión de propaganda vacua, en la que es un consumado especialista.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com