Por lo general, toda ciencia acaba por desarrollar conclusiones opuestas a sus postulados iniciales, lo que no deja de resultar bastante molesto para la condición humana, e incluso amenaza con divorciar ciencia y razón y, sobre todo, ciencia y lógica. Esta tenebrosa tendencia resulta especialmente acusada en las ciencias jóvenes, como por ejemplo, la dietética. Así, es sabido que todo régimen provoca ansiedad, lo que genera unos deseos incontrolados de llenarse el buche. Esto, es provoca el efecto contrario al producido.

Lo mismo les ocurre a los analistas bursátiles. Ya lo decía John Galbraith, cuando le preocupaba si la bolsa iba a subir o bajar. Siempre respondía lo mismo : Comprenderá que, si yo supiera esto, no estaría hablando con usted, sino forrándome en la casa de bolsa.

En ocasiones, la voluntad influye poco en este continuado fracaso de las ciencias jóvenes. Así, se cuenta de un gobernador del Banco de Inglaterra, a quien alguien tuvo la ocurrencia de preguntar:

-¿Los tipos van a subir o van a bajar?

A los que Su Excelencia respondió:

-A medio plazo, sí.

Y qué decir de la estadística. Por lo general, la ciencia estadística se ha regido por el viejo principio : El 90% de las estadísticas son falsas, ésta, también.

La contabilidad, melliza de la estadística, aún es más tiñosa que su hermana: La contabilidad es una ciencia exacta, porque dice exactamente lo que uno quiere que diga O por ejemplo, Emilio Botín y Francisco González son emocionados seguidores de este principio.

La interpretación de las encuestas, o de unos resultados electorales, son tan diversos, tan opuestos, que sin duda violentan el principio de contradicción, uno de los tesoros que nos legara el pensamiento clásico.

Como iba diciendo, la exactitud de la ciencia nueva es tan sospechosa como la ecuanimidad en una dama o la humildad en un caballero. Ahora bien, todavía podemos dar un paso más. Sin embargo, no conozco un caso mejor que en esa ciencia novísima que tiene algo de contabilidad y una pizca de estadística, consistente, precisamente, en extraer conclusiones de un informe basado, no en la deducción, sino en las cifras. Eso bate todas las marcas. Y si reparan en ello, caerán en la cuenta de un tanto por ciento muy elevado de las informaciones con las que alimenta nuestras escuálidas mentes los medios de comunicación, consiste precisamente en esta especie de semiótica periodística de conclusiones un tanto precipitadas.

Por ejemplo, desconozco si la Fundación Save the Children se dedica a salvar niños, pero lo cierto es que parece dedicar la mayor parte de sus esfuerzos a realizar sesudos informes semióticamente ofrecidos a los periodistas. Y estos, sin mucho tiempo para pensar, dada la presión a que les someten su redactores jefes nos las entregan al destinatario final. Por ejemplo, titular de una noticia que pudieron ustedes leer en Hispanidad, de la agencia Europa Press, en la tarde de ayer viernes. Save the Children advierte de que la inversión en las madres es vital para la supervivencia y el bienestar de los hijos. Algunos lo sospechábamos incluso antes del copiosísimos informes de Save the Chindren realizados en nada menos que 110 países y titulado, también nada menos, que 'Índice sobre el Estado de las Madres en el Mundo 2005'. Pero las conclusiones no acaban ahí, no señor. Estamos hablando entre profesionales. Ahí va: El Índice de Madres muestra claramente que la calidad de vida de los hijos está inextricablemente ligada a la salud y la educación de sus madres, destacó el presidente de Save the Children, Charles MacCormack, subrayando que en los países donde las madres comen bien los hijos comen bien, y en los países donde las madres comen poco, los hijos también comen poco.

Ante todo, quiere que paladeen ustedes, por un momento, la genialidad del gran MacCormark, que no será una pérdida de tiempo. Incluso, a uno se le ocurre, aunque esto podría resultar poco acorde con las conclusiones pretendidas (pretendidas desde antes de comenzar a hacer le informes, creo), de que en los países donde los padres, y hasta los abuelos comen bien, los niños también comen bien. Pero no dispongo de estadísticas fiables para apuntalar este aserto, así que me doy al silencio.

Pero, recuerdan, la metodología es vital en los informes destinados a la prensa. Abran paso a MacCormark: La situación de las madres se comparó en 110 países en base a seis indicadores del bienestar de estas: riesgo de mortalidad materna, porcentaje de mujeres que utilizan contraceptivos modernos, porcentaje de nacimientos atendidos por personal médico especializado, porcentaje de mujeres embarazadas con anemia, tasa de alfabetización adulta femenina y participación de las mujeres en el gobierno local; así como en base a cuatro indicadores del bienestar de los niños: tasa de mortalidad infantil, tasa de matriculación en la educación primaria, porcentaje de población con acceso a agua segura y porcentaje de niños bajo la edad de 5 años que sufren problemas de nutrición moderados o severos.

Perciban la brillantez del invento : si las madres se mueren menos, si les atienden médicos especializados, si saben leer y alguna llega a concejal (esto último exige una cierta fe, pero dejemos eso) entonces es que su nivel de vida es mayor. Y si además, la tasa de mortalidad infantil disminuye, los niños beben agua no contaminada y van a la escuela, bueno entonces es que el asunto va de fábula, lo que demuestra, sin lugar a equívocos, lo que dice MacCormark: que cuanto mejor le va a la madre mejor le va a su hijo : ¿No es grandioso? Es cierto que las premisas y las conclusiones tienden a confundirse, pero no importa: la nueva ciencia es así: matemática, rigurosa, brillante. Tan brillante que probablemente no se necesitara un trabajo de campo en 110 países: a lo mejor hasta podía hacerlo Sir Charles desde su casa.

El razonamiento de Mr. Charles recuerda aquello que estudiábamos en el bachillerato : Todos los madrileños son españoles; todos los andaluces son españoles, ergo, todos los madrileños son andaluces.

A no ser, que nos pongamos a malpensar algo muy poco científico, y lleguemos a la conclusión, casi sin premisas previas, de que Charles MacCormark lo que quería decirnos es que hay que usar anticonceptivos. Deduzco esto de la insistencia de Charles en el asunto de la píldora y su relación directa con la calidad de vida de los niños. Y así, nos recuerda el señor MacCormark, de Save the Children, en Suecia, donde el 80% de las mujeres toma la píldora, los niños se crían mejor que en Burkina Fasso, pongamos por caso, done sólo toma la pildorita un 5% del mujerío, si ustedes me entienden. Y es muy cierto, porque los niños suecos, siempre que logren sobrevivir a la mencionada pildorilla, se crían de lo más sano, en manos de buenos médicos, con acceso a agua y hasta potitos Nestlé. Ni comparación con los de Burkina Fasso, que es un verdadero desastre, oiga. Especialmente, claro está, porque sus mamás no toman la píldora. Cualquiera sabe dónde tendrán la cabeza las mamás de Burkina Fasso.

Lo cual me lleva a otro silogismo del bachillerato, que seguramente no estudió Sir Charles MacComark: Mi perro tiene cuatro patas, mi gato tiene cuatro patas, ergo mi perro es un gato. Esto es semiótica periodística. Una nueva ciencia brillante, rompedora, definitiva. Un estudio científico al que sólo le falta el patrocinio de la Fundación Schering (el mayor vendedor de píldoras del mundo).

Una verdadera gilipolluá, Sir Charles.

Eulogio López