Miguel Sebastián ha tenido que sacrificarse porque así se lo ha pedido el Presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero. Ni José Bono ni Teresa Fernández de la Vega, estaban dispuestos a aceptar el mal trago de enfrentarse a un Gallardón que provoca un fuerte rechazo entre los votantes del PP e incluso entre las personas con sentido común, o simplemente entre los vecinos de Madrid hartos de su obras faraónicas, pero que lo compensa con votantes del PSOE que están dispuestos a rendirle pleitesía.

Ahora bien, eso no implica que la aceptación de Sebastián no comporte una promesa. Y la promesa es que si los socialistas ganan las elecciones de 2008 él ocupará el sillón de Pedro Solbes. Lo cierto es que Zapatero no está dispuesto a cambiar a mitad de legislatura a su principal activo económico (las cuentas macroeconómicas salen, aunque sea a costa de salarios bajos y endeudamiento familiar al límite para comprar una vivienda). Ahora bien, las relaciones entre el responsable de Economía y el Presidente del Gobierno son cada vez peores. Nunca se han entendido, ahora tratan de ni tan siquiera hablarse. Por eso, Sebastián sería un recambio ideal.

Sin embargo, lo curioso es que Sebastián no está dispuesto a ser un candidato de paja. Además, los socialistas anuncian una campaña bronca por el Ayuntamiento de Madrid, y es un secreto a voces que muchos sueñan con que gallardón se vea envuelto en escándalos, algunos, más que soñar, lo predicen. Y si a ese posible juego sucio añadimos el limpio, es decir, que Gallardón ha endeudado al Ayuntamiento madrileño para una generación, entonces todo casa. En resumen, que Sebastián cree en sus posibilidades. Por ahora sólo lo cree él, pero por algo se empieza.