Sr. Director:
Existe un fuerte atractivo por lo nuevo, lo moderno, lo actual, tanto en personajes como en estilos de vida, ideas o formas de vestir, costumbres que, durante temporadas más o menos largas, permanecen en candelero pero que, inexorablemente, van pasando a un segundo término.


Sin embargo, no vamos a denominar a todo lo que nos sucede o nos rodea o hacemos como una moda más o menos estable; lo accidental no es lo único que atrae al hombre, afortunadamente existen valores permanentes cuya trascendencia ha sido capaz de llenar toda una vida y se ha podido transmitir de una generación a otra sin perder el aliciente.

En este mes de mayo quiero referirme a la importancia que siempre ha tenido en la vida de los católicos el rezo del santo rosario, devoción mariana por excelencia, de cuyos resultados la Santísima. Virgen prometió la paz y la salvación del género humano.

San Josemaría Escrivá consideraba el rosario como "arma poderosa" y efectivamente así es, un arma sin violencia para conseguir de María Santísima el consuelo, la alegría y la paz que todos necesitamos, amén de otros favores que regala en multitud de ocasiones que acudimos a Ella.

En las apariciones de Lourdes y Fátima, la Virgen recomendaba a unos niños el rezo del santo Rosario ¡Qué importancia tan grande debe tener la sucesión de unas avemarías rezadas con fe para obtener de Dios nuestras peticiones!

Dios que es permanente actualidad y llena toda la historia "no se muda", como decía Santa Teresa, y esto garantiza que cualquier devoción es apta para levantarnos hacia Él.

Por la repetición del Avemaría se puede llegar a pensar, superficialmente, que el Rosario es una práctica aburrida.

Eso ocurre cuando falla el amor, pues cuando se ama, resultan incansables las repeticiones de frases o palabras amorosas dirigidas a la persona amada pareciendo siempre nuevas para quien la escucha.

Las devociones repetidas por nuevas generaciones actualizan el valor de lo permanente y estimula a considerar nuestra vida como una realidad con repercusión eterna.

Pepita Taboada Jaén