He aprendido mucho en un reciente viaje a la Comarca del Bidsaoa-Txingudi, marcada por el río Bidasoa y la Bahía de Txingudi, es decir, la desembocadura del río que ha servido de frontera natural entre España y Francia. El pueblo fronterizo, Fuenterrabía, hoy conocido como Hondarribia, se sitúa frente a la francesa Hendaya, y entre sus muchos avatares históricos, cuentan las lenguas malas, destaca la apresurada huída, dirección Hendaya, en una barca de remos, del ilustre diputado de lo que más tarde sería Batasuna, don Francisco Letamendía, la aciaga noche del 23 de febrero de 1981.

Y allí estaba yo, en el alto del Parador y de Nuestra Señora del Manzano, intentando aclararme en aquel precioso cruce de manos internacional. Divisaba las dos orillas y sentí vivos deseos de aclararme. Me acerqué a dos amables lugareñas que descansaban del sol vespertino y señalando uno y otro margen, les dije:

- Aquello es Francia y esto España ¿no?

- No respondió una de ellas con exquisita educación-: aquello es Francia y esto es Fuenterrabía.

Reparen en el diplomático detalle: con tal de no pronunciar el pérfido nombre de España, incluso tuvo el detalle de hablarme de Fuenterrabía.

Nada de extraño, dado que en el folleto y mapa de la zona que me regalan en el hotel donde me hospedo precioso hotel, de nombre El Obispo-,editado por las autoridades de turismo de la zona, aparece bien claro el nombre de Francia, pero el de España se sustituye por los topónimos locales.

No deja de ser el mismo precioso, y bien organizado, hotel, en el que puede leerse la prensa local, El País, El Mundo pero no aparece ni el ABC ni La Razón. Los pobres, aún no saben que El Mundo se nos ha hecho más patriota que el ABC, propiedad de una empresa vasca, la misma del Diario Vasco que ofrecen a sus clientes.

Venía de Pamplona, así que ya estoy acostumbrado a los usos informativos locales. Por ejemplo, una panadera de la capital navarra, con el pelo cortado al modo militar, mismamente como si hubiera salido de Austwich justo anteayer, lo que me la identifica como una luchadora por lo derechos de Euskal Herría, me informa de que puedo comprar prensa local de la zona, y me da a elegir entre Diario de Navarra, Diario de Noticias y Gara.

- ¿Gara es prensa local navarra? le pregunto, muy interesado.

- No responde, cordial- pero se le considera local.

Sorpréndeme también que si uno sale de la frontera camino de Madrid por la Nacional I, no encontrará el nombre de Madrid otro maldito- precisamente el que da nombre a la autovía, hasta bien entrada la provincia de Álava. 

Volviendo a los mapas. Toda Hondarribia aparece engalanada con el mapa del noble pueblo vasco. Y cosa curiosa, ni en uno sólo de ellos deja de estar integrada Navarra. Como dicen los nacionalistas vascos por ejemplo, doña Begoña Errazti, líder de Eusko Alkartasuna, en entrevista con Diario de Noticias, domingo 14, los navarros son libres para integrarse o no en Euskadi. De hecho, pueden hacerlo por las buenas o por las malas, por referéndum o por anexión. Será por libertad. Contemplando estos mapas gloriosos de Euskal Herría, caigo de nuevo en la cuenta de por qué esa obsesión por Navarra: naturalmente, sin Navarra, el mapa de Euskal Herría quedaría ridícul tres porcioncillas unidas a tres territorios minúsculos en una Francia donde nadie quiere ser vasco y donde todo el mundo se ríe de los nacionalistas de Josu Jon y Jon Joseba.

Pero todavía me queda por ver lo mejor. Me faltaba el rastro humano de la boina nacionalista, quizás el único peligroso, porque, todo hay que decirlo, la gente parece encantadora, la población, preciosa, y los indígenas con el único defecto que ya Ortega y Gasset se encargaba de recordar, y que no se sabe si resulta más molesto por sí mismo o por la evidencia con la que se muestra: la soberbia vasca. Esa altanería que a veces convierte en insufrible a un pueblo por otras muchas razones admirable. Sin duda, un vaco humilde sería una persona casi perfecta y un ciudadano ejemplar. Como digo, lo mejor estaba al llegar, en forma de reclamo de trabajo, un cartel colgado en un restaurante de la marina de Hondarribia. Decía así. Se necesita mujer euskalduna para cuidar niño de martes a sábado. Sólo faltaba añadir: No euskaldunas, abstenerse. Se quería decir con ello que la señora que cuidara de la criatura debía hablar en euskera, conocer el idioma. Pero mucho me temo que no se trataba tan solo de eso. Era la mentecatez de un personaje que considera que existen euskaldunas, razón por la cual, el resto de razas del planeta no son euskaldunas, sino otra cosa, probablemente inferior. No se buscaba una vascoparlante, como esos matrimonios burgueses que reclaman una institutriz inglesa para sus hijos, por aquello de que sus retoños aprendan el idioma universal. No, se buscaba una mujer euskalduna, comprometida con la causa, aunque, en honor a la verdad, he de decir que no solicitaban RH alguno. De otra forma, ¡quién sabe lo que podría aprender el muchacho de una señora sin euskaldunizar?

Ya he dicho muchas veces, pero permítanme repetirlo ahora, que el problema del nacionalismo es insoluble porque confunde el Estado de Derecho con el tamaño del Estado. Los nacionalismos no hablan de derechos y libertades, tampoco de justicia social, sino de autodeterminación de un territorio respecto del otro, sin tan siquiera preocuparse por lo que ocurrirá, ni si fracasan en su propósito, sino si tienen éxito. Pero en el caso del nacionalismo vasco el asunto es más simplón. Al final, no se sabe qué defienden los nacionalistas, pero sí sabemos que abominan de todo lo español, hasta el punto de ocultar pudorosamente su nombre. Nacionalismo vasco no es más que antiespañolismo, es un anti, no un pro pero los proyectos o doctrinas que sólo consisten en un anti no suelen llegar muy lejos. Eso sí, suelen provocar muchos quebraderos de cabeza.

Para mí que el problema está en el paisaje, en el clima. Euskadi es angosto, con una sinuosidad un punto claustrofóbica. Un paisaje bello pero opresivo, donde no es posible encontrar una llanura o meseta, y apenas una pradera larga.

Posdata 1: En Hondarribia había todo tipo de sucursales financieras. El Santander de Emilio Botín no se permitía ni un sólo cartel en castellano, no fuera a perder un cliente. ¿Saben ustedes cuál era la única sucursal que pude comprobar con ofertas y folletos en español? La Caixa.

Posdata 2: en la mejor librería de Hondarribia, el escaparte estaba compuesto por una mayoría de libros en castellano y una minoría, la mayoría de arte o historia local, en euskera. Sin comentarios.

Eulogio López