Nada más peligroso que confundir los deseos con la realidad. El precio de la vivienda nueva ha crecido (tasa anual a 30 de septiembre) un 10%, por lo que el Ministerio de la Vivienda concluye que la burbuja inmobiliaria puede darse por finiquitada.

Lo que tiene su gracia, porque, aunque dicha subida sigue multiplicando por 2,5 el IPC, resulta que es una desaceleración montada sobre un crecimiento acumulado anual del 17% durante el último lustro.

Está claro que, algún día, la vivienda no podrá subir más, más que nada porque entonces nadie podría comprarla.