Felicito a Rodrigo Rato por su triunfo personal al haber fusionado seis cajas de ahorro, especialmente Bancaja, y convertirse en el primer banquero de España, aunque estoy convencido de que La Caixa contraatacará en breve.

Me da igual que se llame fusión fría y que se mantengan las marcas. El asunto es que se están cumpliendo, con esa tendencia al fatalismo tan propia del Occidente actual, los objetivos,  repugnantemente capitalistas, que no liberales del PSOE, del PP y del Banco de España.

Estamos hablando de una triple tragedia. La primera es la conversión de las cajas de ahorros en bancos, en sociedades anónimas, destruyendo su carácter mutual y separándolo de lo que le es propio: su ámbito natural de cobertura.

La segunda cuestión es mucho más grave. Nos estamos cargando lo pequeño para convertirlo en grande. Y ya se sabe que la cuestión social no consiste en la lucha de lo privado contra lo público, sino la de lo grande contra lo pequeño, que no es lo mismo. La gran mentira de las economías de escala y la masa crítica ha calado y se ha convertido en el tópico oficial: ya no se admiten las cajas pequeñas, no por ser cajas sino por ser pequeñas, y que viva la caja de ahorros de Pollensa, la más diminuta de toda España.

La tercera y más grave tragedia consiste en que las cajas de ahorros constituyen el soporte accionarial de la industria española. Porque PSOE, PP y Banco de España no pretenden sólo privatizar las cajas sino que pretenden que vendan sus participaciones industriales para hacer una banca anglosajona.

¿Se ha parado alguien a pensar que todas las grandes empresas españolas y muchas de las medianas están participadas por cajas de ahorros? En pleno proceso de reconversión industrial en Europa, franceses e italianos protegen sus grandes empresas con la propiedad pública, los alemanes con la semipropiedad pública de sus lander y de un Ejecutivo federal vigilante. Los españoles teníamos nuestras cajas de ahorros, en breve, en nombre de la reforma financiera, nos convertiremos en un deslocalizado páramo industrial. Conclusión: el caso Endesa se repetirá una y otra vez con cualquier industria estratégica española.

Y todo ello sin hablar de la obra benéfico-social. 

No hay nada más tonto que un español jugando a ser moderno.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com