La grey quiere a Juan Pablo II Santo súbito, que le canonicen ya, una cuestión realmente compleja pero que rebela un estado de ánimo tan estupendo como universal.

Y los hay que no dudan en aprovechar el asunto para arrimar el ascua a su sardina. Por ejemplo, Daniella Cicarelli, compañera de Ronaldo, embarazada del susodicho, ha manifestado, transida de emoción, que si su hijo es varón le pondrá por nombre Juan Pablo, en honor al pontífice fallecido. Esto es bello e instructivo, y debo hacer un esfuerzo para que las lágrimas no surquen mi rostro. Este viejo corazón no puede resistir tantas emociones.

La primera en la frente, en la frente madridista y brasileña. Pero la segunda llega en la madrileña localidad de Pozuelo de Alarcón, de la mano de su alcalde, el popular Jesús Sepúlveda, un hombre conservador, sí, pero pendiente de los signos de los tiempos. Sepúlveda, derecha moderna (no, no es una contradicción, aunque tampoco una redundancia), tenía la asignatura pendiente de cambiarle el nombre a la Avenida del Generalísimo, un ominoso recuerdo del innombrable. A Sepúlveda nadie le gana a progresista, ni la ministra de Fomento, la socialista Magdalena Álvarez, que bajó a Franco del caballo, si bien 30 años después de muerto.

Pues bien, Sepúlveda ha quitado la oprobiosa lápida que recordaba al anterior jefe del Estado y en su lugar, la calle se llamará a partir de ahora Juan Pablo II.

Sí, ustedes le llamarán oportunista, pero es que ustedes son muy envidiosos y, además, no se les había ocurrido. Un tipo espabilado este Sepúlveda.

Ahora bien, una vez superado el primer impacto, sin duda emocional, uno sospecha que al polaco le hubiera gustado más otro tipo de homenaje. Le hubiera gustado, incluso más que su canonización, que todos fueran santos. Homenajearle con el nombre de un niño, está bien, pero amancebarse con un señor ya casado y con un hijo de un anterior matrimonio a lo mejor no gusta tanto al Papa.

De la misma forma, seguramente Juan Pablo II agradecerá el detalle viario de Jesús Sepúlveda, pero a lo mejor considera que su ESPIRITU no tiene tanto alcance como para compaginar su calle con rotonda que el mismo alcalde hace semanas decidió dedicar a los rotarios, las levas de las logias masónicas que tanto poder están adquiriendo en la Europa actual.

O sea, que más que Santo súbito, Wojtyla hubiera deseado un Santos todos, y a ser posible súbito. No por nada, no se vayan a creer: sólo por coherencia.

Eulogio López