Me parece una soberana estupidez que para evitar puentes se separe la fiesta religiosa de San José -19 de marzo- de la nueva fiesta civil (lunes 18). Me parece muy bien que trabajemos más y no hagamos puentes. Pero, para ello, lo único que hay que hacer es convertir en festivo el martes 19 y laboral el lunes 18.

Pero no: otra vez el muy moderno gobierno de la Comunidad de Madrid ha querido fastidiarnos un poquito para mostrarnos su espíritu laico. Ahora bien, de todo puede extraerse alguna ventaja. Por ejemplo, el Estado celebra el lunes el Día del Padre, festividad de egregio nombre y desarrollo almibarado y hortera. San José, seguramente el tercer personaje en el ranking de excelencia del género humano, no fue padre biológico pero es el ejemplo de paternidad más egregio que tenemos, el que se enraíza en la entrega al joven Jesús y a su madre. Eso es un padre: el que se ocupa de su prole y vive para ella.

Lo que llamamos maduración del ser humano, que no es otra cosa que la caridad del ser humano, no consiste sino en sencillo periplo por tres fases: la primera, que suele coincidir con la niñez y la adolescencia, cuando otros se ocupan de ti. La segunda, cuando te ocupas de ti mismo y liberas a los demás, por lo general a tus padres, de esa ocupación. La tercera, cuando no sólo te vales por ti mismo sino que te ocupas de los demás. Entonces has alcanzado la madurez, por lo general, a través de la paternidad. Y algunos, nunca alcanzan el tercer estrado, incluidos algunos padres y madres.

Paternidad es lo que llamamos amor y eso es lo que honramos en el artesano de Nazaret.  

Cuidado con el varón que no anhele ser padre biológico o espiritual. Ese tipo no merece nuestra confianza.

Eulogio López

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