Hoy se celebra la festividad de San José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei (en la imagen), probablemente el santo y la institución católica más polémica de todas.

Desconfío de toda institución cristiana y de toda jerarquía católica que no es vapuleada por el mundo. Si algo, persona u organización de la Iglesia, es polémica y ortodoxa es que la cosa funciona. Si es alabado en los medios enseguida sospecho de ella. Sean prudentes: desconfíen de un obispo, un cura o un católico que no se esconde, que no sean masacrados por el mundo (incluido el diario El Mundo): esos son muy sospechosos.

Escrivá de Balaguer es un tipo que se plantó con un mensaje que, al igual que todos los mensajes de todos los fundadores eclesiales, era nuevo y era viejo. Viejo por cierto, nuevo por olvidado. Y el mensaje era éste: la santidad no es cosa de curas, es para todo quisqui. Ahí empezó el lío, claro, porque las etapas vividas de la Iglesia durante la modernidad han sido tres: partimos de un clericalismo muy marcado para pasar a una laicización del clero y, al final, a lo peor de todo, a una clericalización del laico. ¡Qué peligro! Contra esto se enfrentó el espíritu laico del Opus Dei.
 

Me preocupa que al Opus Dei se le critique ahora menos que hace diez años. No es buena señal

San Chema creó una institución absolutamente ortodoxa en la doctrina y revolucionaria en la práctica, por el hecho de que un abogado, o un político, u otra gente de mala vida, acudan a misa diaria. Por ejemplo.

Y luego está el hecho de que un tipo del Opus Dei, con traje de chaqueta, sabía más de filosofía y teología que muchos curas. Y eso fastidia mucho a los clericales, sean conservadores o progres.

Es cierto que hoy, en 2014, la gente del Opus Dei ha perdido algo de ese "fervor de la primera caridad", pero la Obra ha ayudado, y mucho, a erradicar las tres etapas de la Iglesia: la etapa de clericalismo institucional, la de los cleros laicizados, desmelenados y aproximadamente majaderos, y la de la clericalización de los laicos.

Respecto a esta última, por si no ha quedado claro, me estoy refiriendo a los católicos que consideran a la Iglesia como un instrumento para medrar. Y recuerden: lo que muchos no entienden es que Cristo no se deja utilizar como medio... ni tan siquiera para buenas causas. Dios siempre es un fin.

Por tanto, el futuro del Opus Dei depende de tres cosas:

1. La de siempre, que recuperen el fervor de la primera caridad. Más santidad en sus miembros. Pero esto es lo principal y, al tiempo, una obviedad. En cualquier caso la clave está en volver a la etapa del fundador y de su sucesor, Álvaro del Portillo, a punto de ser beatificado. La falta de vocaciones actual en la Obra se debe justamente a esto. Mejor no buscar otras razones.

2. Que no olviden que el amor a la Iglesia radica en servir a la Iglesia y no en servirse de ella. El Opus Dei ha sufrido una persecución intraeclesial casi superior a la extraeclesial. Aun así, debe mantener el principio. Si no, mal vamos.

3. Consecuencia de lo anterior: que los miembros del Opus Dei no se mundanicen. Se trata de santificarse en el mundo, no de santificar el mundo, porque el mundo es su terreno de juego pero no estadio. Verbigracia, en 2014, me preocupa que al Opus Dei se le critique menos que diez años atrás. No es buena señal.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com