¿Se imaginan ustedes que las cifras de paro de 2007 se publicaran en diciembre de 2008? Pues eso es lo que pasa cada año con el aborto.

El martes 2 de diciembre conocíamos que en 2007 se habían perpetrado en España 112.100 abortos, lo que significa que se interrumpe uno de cada cinco nacimientos.

Es decir, 112.000 nuevos inocentes -e indefensos, que no hay que olvidar la cobardía del aborto- y 112.000 mujeres convertidas en unas piltrafas humanas. El homicida siempre es mentiroso, así que, como es lógico, de cada 100 crímenes 97 se realicen con la mentira-coladero del peligro para la salud física o psíquica -siempre es peligro psíquico- de la madre. En definitiva, la impunidad de la ley que Felipe González promulgó en 1985 y que José María Aznar mantuvo -hoy muy aplaudida por su sucesor Mariano Rajoy- y que ZP quiere ampliar al aborto libre porque le parece que la estafa del peligro para la salud psíquica se nota mucho.

Esta es la parte mala de la noticia. La buena es que, gracias a esos  abortos, una serie de diligentes emprendedores se han hecho multimillonarios y creado muchos puestos de trabajo. Por ejemplo, don Guillermo Sánchez Andrés, propietario de la clínica Dator.

Que nadie espere que los partidarios del aborto mediten en que lo que se planteaba como una solución para embarazos no deseados no ha supuesto más que más embarazos no deseados y más abortos, pues en menos de una década el número de abortos se ha duplicado. No lo admitirán, porque una vez que una persona entra en la lógica homicida pierde todo tipo de lógica. El aborto es un fruto de la irracionalidad del mundo moderno, que lleva directamente a la idiocia.

Además, a esa cifra de aborto clásico hay que añadir el neo-aborto. Las nuevas modalidades, por ejemplo, todo lo que rodea la fecundación in vitro, que se ha convertido en una nueva mina de abortos, es decir en una nueva matanza curiosamente disfrazada de pasión por la vida, más bien, capricho por la maternidad.

Dejo a un lado otros abortos como la píldora abortiva y todo aquéllos instrumentos que son abortivos aunque lo desconozcan hasta quienes lo utilizan: por ejemplo el, DIU  todas las modalidades de anticonceptivos presentes hoy en el mercado, que, según su dosis y según la mujer que la ingiera, pueden resultar abortivos. Pero quiero parar mientes la píldora postcoital, aquella con la que se está forrando la compañía Bayer -sí, los simpáticos chicos de la aspirina- que las instituciones públicas -por ejemplo, nuestro nunca bien loado alcalde de Madrid, San Alberto Ruiz Gay-ardón- reparten a las adoléceles tras una noche loca de apareamiento aproximadamente humano. Me refiero, claro está, la píldora postcoital, plenamente abortiva... salvo que no se haya producido concepción: entonces no. Porque la comodidad con la que se administra está produciendo una generación entera de adolescentes-zombis, incapaces de pensar, y sentir.

Al final, vivimos el gran genociodio, la era de la gran matanza, hasta que llegue el día en que el mar devuelva a sus muertos.

¿El aborto durará para siempre? Naturalmente que no. En el mismo 1989, semanas antes de la caída del muro, los sesudos intelectuales occidentales creían imposible vencer a la dictadura de Europa del Este, con el comunismo, que controlaba a la mitad de la humanidad e influenciaba en la otra media, no se podía ganar; a lo sumo, contener.. Se cayó como un castillo de naipes en cuestión de meses.

Ahora bien, contra el aborto conviene no olvidar la alternativa, que no puede ser otra que la que ofrecen ahora mismo los movimientos provida: dar a la madre los medios para no abortar: hogar, manutención, trabajo, posibilidad de adopción. Pero los movimientos no tienen fuerza ni medios, como ningún particular en el siglo XXI: sólo lo tiene el Estado. El aborto debe prohibirse en todos los casos, pero es evidente que hay que ofrecer algo a cambio, la lucha tiene que ser, en positivo. En otras palabras, hay que establecer el salario maternal, desde la concepción. El salario maternal es la verdadera cuarta pata del Estado del Bienestar, y es de justicia: la mayor aportación de la mujer -y del hombre, aunque menos- a la sociedad son los hijos. Hoy más que nunca. Quedarse embarazada debe suponer el derecho a cobrar un salario público de la misma forma que cumplir los 65 años otorga el inmediato derecho a una pensión. Y a más hijos más salario, naturalmente. Lo que está en juego es el futuro de la raza humana, sencillamente. Sin hijos, se acaba la civilización occidental.  

Por lo demás, el problema del aborto es que no se ve. Los abortistas, es decir, los poderosos, tienen obsesión por ocultar el aborto. Por tanto, hay que exhibir los vídeos de aborto, para mover a aquellas personas que tienen conciencia o aquéllas que simplemente tienen estómago. ¿Ustedes creen que alguien es capaz de visionar este vídeo? Pues es uno de los 112.100 abortos perpetrados en España en 2008.

Está claro que la nueva batalla en el campo del bien común es el salario maternal.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com