La llamada brecha salarial entre hombres y mujeres sigue cayendo y los sueldos de ambos tienden a igualarse en España.

Esta brecha ha sido el argumento habitual del feminismo, en su versión progre socialista o en su versión derecha pagana pepera. La verdad es que esa brecha no esconde discriminación alguna contra la mujer, Simplemente, el común de las señoras cobra menos que el común de los caballeros porque ocupan puestos de menor responsabilidad. Y esto ocurre porque la incorporación de la mujer al mundo del trabajo es menor que la del hombre, porque empezó más tarde y, atención atención, por la única discriminación laboral real que sufre la mujer en Occidente, discriminación estrictamente natural, es la maternidad.

En efecto, si una mujer tiene la valentía -a día de hoy, se necesita mucho coraje, desde luego- de ser madre, tendrá y criará a sus hijos justo en la etapa laboral en la que la competencia, con hombres y con mujeres, es más dura: en los primeros años de esa vida laboral.

Y así, es de justicia que la cuarta pata del Estado del Bienestar no sea la dependencia sino el salario maternal: es decir, que toda mujer que realiza la mayor contribución que puede realizar cualquier persona, no sólo a la civilización occidental, sino al erario público, es decir, tener hijos, sea recompensada con un salario público. Y aporto una sugerencia: ese salario maternal debería equivaler al salario mínimo durante los 3 primeros años y a la mitad del mismo hasta terminar la enseñanza obligatoria, fecha que marca la plena dependencia del hijo respecto a sus padres. Y esto, porque el salario maternal no es una limosna, sino un acto de justicia.

¿Que es mucho dinero para tiempos de crisis? Pero hombre, si España -al igual que todo Occidente- se está muriendo por falta de jóvenes y las cuentas públicas están en quiebra por falta de contribuyentes, debida a una natalidad que ni tan siquiera alcanza la tasa de reposición.

Además, España tiene recorrido en las prestaciones públicas si queremos homologarnos con Europa. Les recuerdo que Nicolás Sarkozy afronta durísimas huelgas y manifestaciones en Francia porque quiere retrasar la edad de jubilación desde los 60 a los 62, cuando aquí pretendemos alargarla de los 65 a los 67 años. Ese quinquenio marca la diferencia entre España y Francia a efectos de prestaciones públicas. Y por cierto, nuestros vecinos pagan por hijo algo muy parecido al salario maternal que propugno para las españolas. El salario maternal es mucho más que la tontuna del chequé bebé.

Eulogio López

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