La conversión de Rusia parece empezar a dar sus frutos. El país fue artífice principal de la tiranía más sangrienta de la historia, el comunismo (aunque logró ganarles en bestialidad el inolvidable chino, el amigo Mao). El alma rusa quedó tocada pero todas las heridas morales tienen cura.

Y ahora, casi un cuarto de siglo tras la caída del muro, Rusia empieza a darnos lecciones de moralidad a Occidente. Por ejemplo, en materia de homosexualidad. Observen cómo la señora Causapié -se ruega no hacer rimas fáciles con su apellido- clama contra la homofobia rusa. La verdad es que cuando la progresía española califica al hombre o institución como 'homófobo', sin duda se trata de un buen hombre o de una sana institución.

La Rusia de Putin (en la imagen), seguro que no por Putin, se está quedando sola, bueno, al lado de la Iglesia, a la hora de anunciar que el lobby gay es un emperador desnudo y que, lejos de ser perseguidos, los gays, el lobby gay y el orgullo gay, se han convertido en perseguidores de todo aquel que ose discrepar.

Una población rusa mermada por el aborto de los soviets ha vuelto a Fiódor Dostoyevski para reconocer el valor del alma humana.

Por lo mismo, la Rusia postcomunista también nos está dando otras lecciones de moral, por ejemplo, la lucha contra la blasfemia. En la España católica se profanan iglesias todos los días. No se persigue a los profanadores, no porque no existan en España leyes en defensa de la libertad religiosa -existen- sino porque no se aplican. En la Rusia actual, por contra, se juzgó y condenó a las majaderas punk que profanaron un templo ortodoxo. Puede que Putin sea ateo y un panteísta que sólo cree en la madre Rusia pero también es un político que, sin complejos, defiende la libertad religiosa de los demás.

Eulogio López

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