Como el mundo tiene miedo, en especial miedo al miedo, pánico irracional a un enemigo invisible, el señor Vladimir Putin, ha aprovechado para inventar el Estado de Derecho Dictatorial, o si lo prefieren, la tiranía legal. El dictador clásico hacía una ley a su medida, a fin de poder violar los derechos humanos por vía tangencial o simplemente para que la violación de los derechos no pudiera conocerse o ser castigada. Pero el tirano del siglo XXI ha mejorado mucho todo eso. O sea, ¡que un Estado de Derecho es aquel en el que todos, grandes y pequeños, fuertes y débiles están sometidos por igual a la ley! ¿No es eso? De acuerdo, entonces haré leyes que sean una auténtica barbaridad, a fin de cuentas, que es lo que le ocurre a Putin, controlo todos los poderes: el Ejecutivo y el Parlamentario de forma directa, el Judicial, el Económico y el Periodístico de forma indirecta, esto es, por la cuenta que les trae.

Dicho y hecho. La Duma o Cámara baja del Parlamento ruso, ha aprobado una ley antiterrorista que, bajo la excusa de la seguridad, permite anular los derechos de reunión, la privacidad del correo y teléfono, así como la violación de domicilio. Todo ello si existe una alarma terrorista. Quién decide si existe la tal alarma? El Gobierno, naturalmente.

Esto es lo más grave, aunque lo que más ha llamado la atención en Occidente han sido los artículos que facultan para derribar aviones secuestrados, con la consiguiente muerte de culpables e inocentes, todos a una. Es más, se podrá derribar ese avión ruso aunque esté sobrevolando suelo extranjero, lo cual se parece mucho a una violación de territorio. Incluso más: Rusia se carga el derecho internacional cuando afirma que el Ejército ruso podrá destruir bases terroristas en el extranjero.

Pero este singular método de lucha antiterrorista no es nuevo en Putin. De hecho el método Putin para acabar con los terroristas es aniquilar a secuestradores y secuestrados, todos a un tiempo, De esta forma, el arma de los rehenes se inutiliza. En efecto, un rehén muerto no sirve para mucho. Lo empleó en la escuela de Beslan (septiembre de 2004) y en el asalto al teatro Duvrovka (octubre de 202), donde los hombres de Putin pusieron en marcha un plan genial: rociaron el local con gas venenoso, y una de las propiedades de los gases es que no distinguen entre buenos y malos, entre verdugos y víctimas. Murieron todos pero, eso sí, se terminó el secuestro.

¿En qué se diferencia este Putin de la etapa de los soviets? Pues que este Putin hace lo mismo que sus ex compañeros leninistas, sólo que de forma democrática: es decir, lo ha colocado en la ley, aprobado por un parlamento electo. Lo cual vuelve a hacer realidad que demócrata no es el que llega al poder por medios democráticos, sino aquel que, una vez en el poder, defiende los derechos humanos. La democracia no es un sistema electoral, sino el respeto sagrado a las personas. No existe otro sistema democrático que el personalismo.

Eulogio López