Hace bien monseñor Rouco, arzobispo de Madrid, en celebrar la Eucaristía de las familias, en la madrileña Plaza de Colón, el próximo domingo 29, en coincidencia con la festividad de la Sagrada Familia. Sobre todo, porque los vaticanólogos me tienen muy harto. Llevo una semana larga en que lo único que oigo son profundos canutazos como este: "Para no publicar, ojo, pero mañana Rouco se va y le sustituye Cañizares". La fuente a la que aluden para tan sesuda revelación es "de toda solvencia". Y los periodistas veteranos ya sabemos qué significa una 'fuente de toda solvencia'.

Porque a mí, laico cristiano, que el arzobispo de Madrid, mi diócesis, sea Rouco o Cañizares, sea fulano o mengano, me importa una higa. Sé que tengo que rezar por él y obedecerle, salvo que fuera directamente contra el magisterio del Papa. En cuyo caso, me quedo en las preces. Pero la Eucaristía callejera me importa mucho más.

Al Santísimo hay que sacarle del sagrario para mostrarle en la custodia y hay que sacarle del templo para mostrarle ante los fieles. Sé que ambas cosas tienen sus riesgos pero el asunto urge, porque la batalla final que se avecina será batalla eucarística… y porque puede estar no muy lejano el momento en el que nos resulte difícil el acceso a la Eucaristía. Ya he citado varias veces a Marga, la madrileña que 'sufre' revelaciones sobrenaturales que ha recogido en dos libros . En esas revelaciones, Jesús le dice cosas como esta. Ojo al dato: "Llegará un día hija mía, que de aquí saldré a tus brazos y a los de todos aquellos que me quieran contener. Después del Gran Desastre, cuando sean derribados los templos".

Vamos, que el comienzo de la gran batalla lo marca el intento de abolir la Eucaristía, que es lo que sostiene en pié el universo y además, "en ese momento, cuando añoremos al despreciado, sólo la tendréis a Ella" (a la Virgen Santísima).

Al parecer, no será una guerra defensiva, porque "hay que recuperar a los prisioneros que el enemigo detiene en sus mazmorras (morales)".

Hablamos de una batalla global y que, por tanto, afectará a España, para quien queda este mensaje especial: "Mis queridos hijos creen que los valores tradicionales no volverán. Pero yo les quiero decir, por tu medio, que en España habrá una renovación por el Espíritu. Antes, os tiene que venir un bautismo de fuego. Donde yo bauticé con agua Él (Dios Padre) bautizará con fuego. Antes tiene que tener lugar una purificación".

Con todo esto, lo único que le 'reprocho' a monseñor Rouco es que no vaya más allá. En definitiva, que no convoque a los católicos para otra Eucaristía en la calle, esta vez por la vida, el domingo más próximo al 25 de marzo, día de la Anunciación o 'Día del Niño por nacer'. Sería un cierre brillante como presidente de la Conferencia Episcopal española que, además, crearía una tradición, como ya lo es la Eucaristía de las Familias.

Sí, ya sé que les extraña que un periodista económico como el abajo-firmante hable sobre revelaciones y sobre obispos. Pero pregúntense esto. ¿Por qué no A fin de cuentas, además de periodista, soy cristiano. Como cristiano, mantengo un punto de vista trascendente sobre la realidad; como periodista, quiero contar lo que pasa. Ya saben cuál es la definición de periodista pedante: aquél que cuenta 'lo que acontece en la rúa' y no 'lo que pasa en la calle'. Y lo que pasa no es sólo lo que declaran Mariano Rajoy o Emilio Botín.

Eulogio López

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