Si tienes siete hijos no puedes presidir los Estados Unidos de América. Es católico, es antiabortista, o sea, provida; se opone al homomonio, es decir, es un defensor de la familia natural, pero sobre todo, Rick Santorum es ¡padre de siete hijos!".

Naturalmente, la progresía se ha visto obligada a condenar a Rick Santorum, casi vencedor en los caucus de Iowa, con la llamada "condena mediática a cualificación despectiva". En otras palabras, el candidato republicano Santorum es un "ultra" de mucho cuidado. La progresía española de izquierdas -pongamos RTVE o El País", le ha calificado de ultraconservador, mientras el mester de progresía de derechas, por ejemplo el diario El Mundo, le ha tildado de "ultracatólico". En cualquier caso, un pedazo de ultra de lo más peligroso.

Personalmente, creo que los ultras son los dos candidatos pretendidamente progres: el vencedor Mitt Romney, un ultra que se ha hecho millonario con el capital-riesgo, e decir, despidiendo trabajadores y destrozando empresas a comisión, y el tercero en discordia, Ron Paul, el alegre vejestorio para quien el derecho a la vida es secundario y que es un convencido de que Estados Unidos debe abjurar de su grandeza.

Sí, porque los norteamericanos tienen muchas miserias -uno se pregunta cómo un pueblo tan simple ha llegado a ser la primera potencia del mundo- pero su grandeza consiste en su compromiso con el mundo. Cierto que a veces se comprometen mal, como en Irak, pero nadie podrá negar que los estadounidenses han ofrecido al mundo muchas vías por causas nobles donde no tenían por qué haber entrado, como en el combate contra el nazismo durante la II Guerra Mundial o, más tarde, contra el comunismo soviético a lo largo de la guerra fría.

En mi opinión, Romney es un ultracapitalista, Paul un ultraegoísta mientras que Rick Santorum no es más que un hombre coherente con el primer derecho humano, el derecho a la vida, sin el cual no existe ningún otro, además de un tío con agallas, vital, capaz del mayor compromiso que se puede asumir en el siglo XXI: ser padre -o madre- de familia numerosa, que no en vano tiene siete hijos. Ese sí que sabe dar su vida por los demás.

Eulogio López

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