La batalla en Hispanoamérica está abierta desde que México y Venezuela escenificaran su conflicto diplomático. Un conflicto que va más allá de estos dos países. Representa dos modelos diferentes de hacer política entre el populismo chavista o el sentido común foxista. El eje populista tiene entre sus aliados a Lula de Silva en Brasil, a Castro en Cuba y por supuesto, a Kirchner en Argentina, donde recientemente se ha permitido laminar a su ministro de Economía, Roberto Lavagna.

Por su parte, el bando foxista también tiene sus aliados. El presidente chileno, Ricardo Lagos es uno de ellos. Es socialdemócrata, pero no populista. En entrevista en la agencia pública de noticias mexicana, Notimex, Lagos defiende que el populismo es un atajo falso al trabajo constante. El presidente chileno defiende que se trata de una solución fácil, pues no se puede repartir antes de producir.

La cosa en realidad es muy sencilla, de cuentas de la abuela: a la larga resulta muy negativo, porque en algún momento hay que pagar la cuenta. El problema en Venezuela con el oro negro en los 50 dólares es que el petrodólar ofrece margen para exportar la revolución bolivariana, México incluido. Y de esto, el perredista López Obrador tiene interesante información.