¿Qué más me da que todas las tierras del condado sean propiedad del Estado o lo sean del Duque de Sutherland?. La famosa frase de Chesterton viene al pelo con las actuales y aceleradas fusiones de cajas de ahorros.

Que no, que el debate económico entre lo público y lo privado es falso, que lo único que importa es la batalla entre lo grande y lo pequeño. Y lo grande es, ante todo, ingobernable, además de un generador de explotación y  de servilismo. Todos los poderosos están a favor de lo grande y en contra de lo pequeño. Pero eso no tiene por qué ser bueno.

¿Y eficaz? ¿Es más eficaz lo grande? Pues mire usted, lo dudo: la recién firmada fusión entre Caja Madrid y Bancaja, más otras cinco entidades, enviará a casa a 3.400 trabajadores. Hombre, si en eso consiste la eficiencia, también yo soy lo suficientemente eficaz como para dirigir hasta el Citigroup.

Pero el fatalismo impera y la gente, en mayor medida la llamada opinión publicada, considera que hacer bancos grandes es algo, no sólo bueno, sino inevitable. La medida del triunfo en la empresa, la banca y los mercados es precisamente ése: el tamaño. Y ya se sabe que cuando el determinismo entra por la puerta la razón sale por la ventana, y con ella se marcha lo razonable y hasta el sentido común.

Las fusiones se venden como un éxito de sus gestores. ¿Seguro?

En resumen, ¡resiste Pollensa!, que es la caja de ahorros más pequeña de España. ¡No te fusiones, Pollensa! Mientras haya cajas de ahorros diminutas todavía hay esperanza. ¡Lo pequeño está en peligro, acudid a salvarlo!

Eulogio López

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