La derecha española me aburre cada día más. De acuerdo, Zapatero es tonto de baba (yo creo que de tondo no tiene un pelo no, sino que es un rencoroso insensato) pero no todo vale con tal de echar a Zapatero.

Por ejemplo, no vale tirar piedras contra nuestro propio tejado. Los expertos financieros españoles ya no me aburren, me cabrean. Nuestra histórica afición al masoquismo nos lleva a aplaudir a la alemana Angela Merkel y la creación de un fondo de rescate permanente de deuda soberana.

Pero, ¿nos hemos vuelto todos idiotas o sufrimos de enajenación transitoria como fórmula para calmar a los mercados? Ese mismo día, jueves 16, descubríamos que la elevación de los intereses de la deuda española, injustamente presionada por los redichos mercados, es decir, por los especuladores, se han comido todo lo ahorrado con los recortes de beneficios sociales, el famoso ajuste social.

A ver, repitamos: los planes de rescate no son para salvar a los griegos, irlandeses, portugueses... o españoles, sino a los inversores -a los ricos- en la deuda emitida por los gobiernos de esos cuatro países. No son fondos europeos para ayudar a los ciudadanos de los países más necesitados, son fondos sacados del bolsillo del conjunto de los ciudadanos europeos para salvar las inversiones de aquella porción de ciudadanos europeos que, una vez cubiertas sus necesidades primarias aún les queda dinero para invertir en deuda soberana. El pobre rinde pleitesía al rico.

Y encima, no ya en Europa, sino en todo Occidente, en las economías controladas por la especulación financiera, hemos creado con estos rescates con dinero público, o sea, de todos los particulares privados, una práctica que favorece la especulación, porque los inversores y los bancos saben que si su inversión resulta fallida el Estado (hoy los Estados y las unidades plurinacionales, que para algo vivimos en un mundo globalizado) pagarán sus pérdidas. Así que siguen especulando con entusiasmo y regocijo.

La crisis económica nacida de la especulación no puede solucionarse con más especulación financiera en favor de los pudientes. Sólo cuando se corte la cabeza a la hidra, a los mercados, dejando claro que nadie va a ayudar al inversor a recuperar el dinero perdido, saldremos de la crisis más pavorosa de toda la modernidad. Y si no, pues nos iremos todos a la porra. Porque eso es lo malo de los círculos viciosos: que acostumbran a cerrarse sobre sí mismos. Ejemplo: la Reserva Federal -la locura no amenaza sólo a Europa, sino también a Estados Unidos- decidió inyectar liquidez, nada menos que por 600.000 millones de dólares para comprar bonos del Gobierno y, de esta forma, tranquilizar a los mercados. Pues bien, ese pastón ya se lo ha comido el aumento de la rentabilidad producida por esa compra acelerada y bestial. Es decir, que el monstruo financiero exige más sacrificios. Y ya pueden inmolarle todas las víctimas propiciatorias que deseen: el ídolo financiero es insaciable.

En el entretanto, los españoles deberíamos dejar de ser tan cainitas y tan estúpidos. Vivimos en el autohipnotismo del error, acompañado de la alabanza a quien nos está asfixiando.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com