Antonio Brufau es un gran gestor y buena persona pero hay que contarle lo del chiste del alacrán: sólo comete errores cuando se deja llevar por su carácter, un punto vehemente.

El Consejo del miércoles de la petrolera acabó donde empezó: con un Brufau convencido de que la batalla del dividendo y de la venta de activos no es más que un telón de fondo que oculta las ganas de Luis del Rivero y de Juan Abelló de ocupar su puesto. En pocas palabras, el presidente de Repsol negociaba la venta de YPF pero ante el ataque recibido ha decidido tomárselo con calma. Mucha más razón tiene en la venta de Brasil, que también anima La Caixa, porque en el país carioca lo primero es saber de cuánto petróleo y de cuánto gas estamos hablando. Simplemente, Brufau está cabreado porque sabe lo que hay detrás de esa batalla.

En cualquier caso, en lo que respeta a la reducción de dividendo La Caixa le apoya.

No ocurre lo mismo con la venta de Exploración en Brasil. La Caixa también le insta a vender pero ahí es donde Brufau se carga de razón. Lo lógico es esperar: lo otro sería malvender.

Ahora bien, recordemos lo que ocurrió con Lukoil: sólo cuando La Caixa decidió sumar su 10% al 20% de Sacyr la operación Lukoil estuvo a punto de salir adelante. Porque ahí sí, ahí sí que estuvieron a punto de entregar la compañía a un extranjero. Lo cual es grave, no por patriotismo -¿O también?- sino porque el centro de decisión de inversiones de la principal petrolera española pasaría a Moscú, como el de la segunda, CEPSA, ha pasado a París.

Repsol corre el riesgo de acabar como Endesa: la pelea entre madrileños y catalanes (me niego a decir entre catalanes y españoles), entre Gas Natural y Endesa, que acabó en manos del Gobierno italiano.

Repsol necesita un pacto de accionistas y que La Caixa vuelva a jugar el papel de socio de referencia de la petrolera. Por decirlo de alguna manera, que Repsol vuelve a ser, para el equipo rector de La Caixa como Abertis o como Gas Natural (ya no puedo decir como Agbar). La Caixa comenzó siendo una entidad de previsión, creó un grupo industrial espléndido. Y si ha atravesado esta crisis mejor que sus competidores directos -Caja Madrid, sin ir más lejos- ha sido, precisamente, por comportase como una caja de ahorros y no pretender ser un banco y mucho menos un banco de inversión.

Repsol es bueno para La Caixa porque es una buena participada que porta dividiendo y negocio con una inversión ya amortizada; La Caixa es buena para Repsol porque aporta estabilidad accionarial. Y también es buena para Sacyr. Eso sí, lo que tiene que decidir Luis del Rivero es si se trata de una inversión estable -que otorga dividendo y negocio- o de una inversión financiera, herencia de los años del apalancamiento excesivo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com