Y en todo Occidente la terapia es la misma. España no se regenerará mientras la izquierda y la derecha solo coincidan en esto: fortalecer el oligopolio de poder. O sea, lo de Rubalcaba. Del bien común y de los principios innegociables, no se ocupa nadie más que la Iglesia. Por su parte, la derecha entiende que regeneración consiste en terminar con las autonomías… y acceder a La Moncloa

La semana que termina ha servido para que el PSOE entierre las primarias. Al límite de sus posibilidades, Zapatero ha abandonado a Carme Chacón a su suerte, ha renunciado a las elecciones primarias –una de las mejores prácticas del PSOE- y ha utilizado el dedo gordo para nominar a Rubalcaba como candidato socialista a La Moncloa. Claro que mientras señalaba a su sucesor todo el aparato del partido, especialmente los felipistas, le apuntaban con arma de fuego para que lo hiciera.

Chacón es una política frívola y, sin duda Rubalcaba, un tipo nada frívolo pero extraordinariamente mentiroso, es un candidato con mayores posibilidades. Ahora bien, esto no es una cuestión de huevo, sino de fuero. Ahonda en la profesionalización de la clase política, un oligopolio que se perpetúa por cooptación. La política española no se renueva por la sencilla razón de que los políticos son siempre los mismos: los favoritos del líder, quien, al tiempo, pretende perpetuar su influencia nombrando a su sucesor.

Por lo demás, ya hemos explicado en Hispanidad quien ha elegido a Rubalcaba como sucesor de Zapatero: los grandes banqueros y empresarios, a quienes se consultó cuál era el su favorito: arrasó Rubalcaba porque los grandes patronos consideran que, aunque lego en economía, Chacón está en las mismas y entre dos negados para salir de la crisis, optaron por el menos malo.

El dedazo de ZP, encumbrando a Rubalcaba y destituyendo a Chacón, termina con las primarias, el mejor invento del PSOE. Y ahora, para hacer de la necesidad, virtud, hasta Zapatero se ve obligado a decir que Rubalcaba ganará las elecciones.

Por su parte, el partido Popular tampoco apela a la regeneración. Por regenerar, entiende poner coto a las autonomías y a la disgregación del país, objetivo loable, sin duda, porque ha habido muchos excesos, pero claramente insuficiente. Mayor Oreja aseguraba en la sede de ABC que el PSOE corre hacia una segunda transición "suicida". Pues es cierto, en el sentido de que Rubalcaba sabe que la única manera de evitar el acceso de Rajoy al poder es unirse con los nacionalistas de todo signo para formar un gobierno de concentración nacional (con todos menos con el PP). No hay que ser muy listo para saber qué precio pedirán a cambio los nacionalistas.

Ahora bien, el PP busca el poder, no la regeneración de España. El movimiento 15-M, que ha pasado de la indignación a la majadería, demuestra que lo que no evoluciona, revoluciona. Lo jóvenes están asqueados de la política y, lo que es peor, de su propio país, porque tanto PSOE como PP les han dejado en la desesperanza de un capitalismo agresivo y ferozmente anticristiano.

Digámoslo de una vez, regenerar España -y lo mismo ocurre con todo Occidente- consiste en recristianizar España, porque la esencia del país, y de toda la civilización occidental, es el cristianismo.

En concreto, regenerar España supone volver a los cinco valores no negociables: vida, familia, libertad religiosa, libertad educativa y bien común. Este último, por ejemplo, exigiría poner coto a la economía financista, al servicio de los mercados financieros, con el consiguiente castigo a la especulación financiera, y devolverle a la sociedad el peso perdido: reducción brusca del tamaño del Estado, fomento de la micropyme y reducción de impuestos, sobre todo los laborales, como única forma de crear empleo. Lo de reducir el tamaño del Estado es condición imprescindible para acabar con la corrupción creciente del sector público, pero ni el PSOE ni el PP lo desean, porque los dos están engolfados en esa corrupción.

Y un segundo factor anticorrupción: desprofesionalizar la vida pública. No se trata de reformar la ley electoral –eso lo piden los chalados que han secuestrado el 15-M y la derecha política: qué curiosa coincidencia. No, se trata, sobre todo, de establecer limitación de mandatos en todos los cargos públicos y reducir tajantemente el salario de los políticos, que no vivan sólo de la política.

El bien común, hoy, en Occidente supone, ante todo, aplicar principio de subsidiariedad –pura doctrina social de la Iglesia- y defender al pequeño frente al grande.

Regenerar es re-cristianizar. Y para recristianizar la sociedad no hace falta ni ser cristiano: basta con aplicar el sentido común, que impele a las naciones –y a las civilizaciones- a volver a sus orígenes… o dejarán de ser naciones. La prueba del nueve es que España está envejeciendo –y tiende a consumirse- por su baja natalidad.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com