• La bandera de la Unión Europea se compone del color azul de la Inmaculada Concepción con las doce estrellas de la coronación de María.
  • Se han dedicado 1,6 billones de euros de dinero público a salvar bancos pero el presupuesto común de la Unión sigue estancado en 142.000 millones.
  • El dios liquidez: en la economía actual hay que elegir entre apoyar al productor o apoyar al rentista. Todo se reduce a eso.
  • El "Día Repsol" o la 'horterización' de las grandes empresas.




Esta es la historia del desbarajuste europeo. Por una parte tenemos a Francia que aboga por refundar la Unión Europea (UE). Es lo que pretende Sarkozy: refundar Europa. Y lo mismo asegura Ángela Merkel: hay que volver a empezar, a costa de reformar los tratados. Claro que ambos no entienden lo mismo por refundar la Unión Europea. Sarkozy pretende que París y Berlín lideren juntos una nueva Europa a la americana: quiere que el Banco Central Europeo (BCE) le dé a la máquina de hacer billetes y que juntos, París y Berlín, ordenen a los 25 países restantes –especialmente a los 17 que han adoptado el euro como moneda común- qué déficit público deben tener y que supriman no solo su soberanía monetaria, sino también la fiscal: un macroministerio de Finanzas para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas (perdón, se me ha escapado).

Merkel matiza: sí, un ministerio central, pero no hace falta que sea franco-alemán, se conforma con que sea alemán. Y nada de manguerazo: basta con exigir a los 27 países que se aprieten más el cinturón. ¿Y los que ya no tienen pantalones? Pues que se ciñan el cinturón sobre sus mismas carnes. Eso sí, hay que hacerlo democráticamente: es decir, nos piden que nos suicidemos, pero por consenso.

Y el consenso debe estar listo para la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE, a celebrar el próximo día 8. Interesante jornada, festividad de la Inmaculada Concepción. Ya saben que la bandera de la Unión Europea, azul y con doce estrellas, no es sino un homenaje a la Madre del Redentor: el color mariano y las doce estrellas de la coronación de la Virgen.

Pues bien, algunos pensamos que la refundación de Europa sólo puede venir por ese lado: por las esencias cristianas del Viejo Continente, al grito de Juan Pablo II: "Europa sé tú misma". Los padres fundadores no hablaron de un banco central ni de homologación fiscal: hablaron de solidaridad entre los ricos y los pobres del continente como remedio para evitar más enfrentamientos homicidas.

Esta es la historia, y la desgracia, de la Europa actual. La explicación de tanto desconcierto y de un proyecto histórico que bien podría truncarse: desde que comenzó la crisis, los países de la UE han ayudado a los bancos en dificultades con 1,6 billones de euros de dinero público. Más de 1,1 millón en avales –que no se apuren, se ejecutarán- y más de 400.000 millones de capitalización directa.

Ahora comparen esos 1,6 billones de euros con los 142.000 millones en los que permanece estancado el presupuesto de la UE, menos de la décima parte que las ayudas a la banca y tan sólo el 1% del PIB comunitario. La nueva Europa no consiste en otra cosa que en volver a la vieja Europa de la solidaridad, la diseñada por el católico Robert Schuman, el político que rezaba el rosario todos los días.

Ese presupuesto constituye la razón de ser de Europa: una colecta a escote, donde los países pudientes ponen más dinero sobre la mesa para elevar el nivel de vida de los países más pobres, mediante, sobre todo, el mecanismo de los fondos estructurales. En otras palabras, esos 142.000 millones es la expresión de la solidaridad europea hacia una Unión. Por contra, la otra cantidad, mucho más elevada, los 1,6 billones de euros, no son más que ayudas de todos, pobres y ricos, para los ricos, porque es evidente que quien tiene dinero ahorrado es porque no pasa apuros para llegar a fin de mes y quien invierte sus ahorros en acciones bancarias o en deuda pública, o en fondos de inversión, es porque dispone de ahorros.

Y ojo, las ayudas a los bancos y a la deuda pública se han disparado, mientras que el presupuesto común de la Unión continúa estancado. Es la economía financista propia de una Europa plutocrática, que gobierna para el dinero, no para mejorar el nivel de vida del conjunto de sus ciudadanos y para asegurar la concordia entre los pueblos de Europa.

Elevando esto a escala global, nos encontramos con el nudo gordiano de la economía actual. Cada cual, no sólo cada político, sino cada ciudadano, tendrá que elegir: o ayudar al rentista, a don Mercado Financiero, o ayudar al productor, sea trabajador, profesional, empresario o autónomo.

El dios liquidez

Esta es la historia de mi amigo Pepe. No se llama Pepe, claro está pero créanme si les digo que se trata de uno de los más acreditados intermediarios financieros españoles en Wall Street. No trabaja para un banco, sino para un fondo, que son los verdaderos protagonistas de los mercados financieros, aunque los indignados no se hayan enterado todavía. Lo más nocivo de la especulación financiera no es la banca doméstica, que cumple una gran labor social, ni tan siquiera los bancos de inversión, que suelen trabajar a instancia de parte. Lo más nocivo son los grandes fondos de capital-riesgo, especialistas en obtener su beneficio a costa desguazar empresas.

Mi amigo, vamos a llamarle Pepe, comenta el desastre de la reforma financiera de Zapatero, capitaneada por el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO), quien ha logrado crear un problema donde no lo había –al inicio de la crisis, se trataba de un problema menor en la mejor banca del mundo- y, tras mimar dicho problema con esmero, ha conseguido convertirlo en el mayor desastre de la economía española. En efecto, ahora los bancos españoles sí están en crisis: ¡Bien trabajo, ZP! ¡Buen trabajo, Mafo!

Mi amigo me acusa: "Tú, Eulogio, como eres cristiano estarás muy contento de que MAFO ande deprimido por el desastre de su reforma bancaria, porque a los cristianos os encanta sentiros culpables, pero a mí lo único que me importa son los resultados. El 'mea culpa' no me sirve para nada".

Le contesto que el 'mea culpa' es la base del progreso: sin arrepentimiento, no hay cambio, sin cambio no hay mejora, sin mejora no hay progreso. Es lo bueno que tiene el Cristianismo, que conduce al renacimiento continuo mientras la modernidad conduce a la depresión permanente: nunca puedes recomenzar.

Pepe profundiza en su filosofía: "A veces pienso que en España no os habéis enterado de que estáis quebrados". Le recrimino la segunda persona del plural: ¿Acaso no es español, nacido en el Madrid castizo? Luego caigo en la cuenta de que no: no es español, tampoco norteamericano, es, como todo intermediario financiero, sino ciudadano de Wall Street, de la nueva patria de los MF, o mercados financieros.

Tiene el invisible pasaporte de la patria del mercado virtual, por eso reside en la capital del mundo: Nueva York y su ideología es la liquidez. Quien tiene liquidez lo tiene todo. El patrimonio sólo e disfruta, no se rentabiliza

No, no estamos hablando de una caricatura del avaro de Molière. Ni mucho menos. Es un hombre inteligente, que ha elevado la especulación financiera al rango de filosofía de vida, que no debida, y de ciencia. No es fácil argumentar contra el dogma del dinero. Y Pepe conoce el terreno que pisa: una vez que aceptas que la liquidez como objetivo, la única regla es que hay que pagar las deudas. Y en efecto, las deudas hay que pagarlas pero también hay que preguntarse por la moralidad de sus origen.

El busilis de la cuestión va por ahí: hay dos colectivos que trabajan con el dinero de los demás: políticos e intermediarios financieros, el uno trabaja con los  impuestos ajenos el otro con los  ahorros ajenos. Y ambos tienen algo más en común: operan desde el gigantismo. El hombre más rico del mundo tiene un presupuesto que da risa si lo comparamos con el presupuesto público de un país mediano. Los bancos y administradores financieros lo mismo: el activo de un banco medio es relativamente mayor que el de cualquier empresa, incluso multinacional. Las transacciones de la economía real resultan enanas comparadas con el dinero que mueven los mercados de valores en un solo día.

Y luego está, por supuesto, lo más importante: la noción de bien común y de responsabilidad. Si una familia no puede pagar la hipoteca le embargan su vivienda y en paz. Pero un Estado no puede quebrar: deja de pagar… y sigue emitiendo deuda. ¿Y si es el banco el que quiebra? Pues le salva el Estado con tu dinero y el mío, a través del pago coercitivo de impuestos o fabricando dinero, es decir, con ese otro impuesto de los pobres, llamado inflación.

Pepe blasona de liberal y por ello defiende al defensor de la propiedad privada, frente al Estado, que sería propiedad pública. Pero éste es el gran engaño: ambos son tiranos porque trabajan con el dinero de los demás. El accionista-propietario del BBVA no manda nada en el BBVA: manda el presidente, señor Francisco González. Aunque tenga menos acciones que él.

Al final, volvemos a la lucha entre lo grande y lo pequeño. Mi amigo Pepe no es liberal, es capitalista, adora el capital, es decir, la liquidez. Liberal, al menos en sentido económico, es el que defiende la propiedad privada pequeña, aquella que se puede tocar. Propiedad privada es tu casa, donde vive tu familia, tu empresa, donde ofreces un servicio al bien común, donde produces un bien o un servicio, pero no lo es la propiedad financiera porque no tienes control alguno sobre ella. Y, además, porque no produce ni bienes ni servicios: sólo liquidez.

El Día de Repsol: ¡Cosa más laica!

Confieso que al recibir la invitación empecé a pensar si, como periodista convenientemente despistado, había olvidado alguna efemérides de la petrolera española: una fundación, el descubrimiento de los yacimientos de Vaca Muerta, el nombramiento de Luis del Rivero como vicepresidente, lo normal. Porque eso del 'Día Repsol' no me sonaba de nada. Luego, al reparar en el término "fiestas" caí en la cuenta de que se trataba de la tradicional copa de Navidad de la compañía, convertida, por mor de la modernidad empresarial (no confundir con la reputación corporativa, ni con la Responsabilidad Social Corporativa) en Día Repsol, así, con mayúsculas.

Mire usted: se puede celebrar la Navidad o ignorarla, es cosa suya. Pero si lo hace no estará festejando el Día Repsol, compañía dedicada a extraer petróleo, sino el nacimiento de un tal Jesús de Nazaret que, para los cristianos, es el Dios encarnado. Puede usted festejarlo o no, pero no convertir la Navidad en el Día Repsol: no sea hortera. Porque recuerda lo de aquel bilbaíno natural de Madrid quien, ante su patente incongruencia, aseguraba: "los de Bilbao nacemos donde nos da la gana".

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com