Las semi-reformas pueden ser peores que la ausencia total de reformas. Una reforma energética que no potencie las energías más baratas -incluso más limpias- como es la energía nuclear sólo servirá para prolongar la energía carísima de molinillos y huertas solares.

Una reforma laboral que sólo reduzca el coste del despido desde los 45 a los 33 años tampoco servirá para crear empleo. Reformar el mercado de trabajo significa despido libre, fuerte subida del salario mínimo interprofesional, reducción de impuestos laborales, así como otras cuestiones, como la negociación colectiva descentralizada o un solo contrato laboral,  por supuesto indefinido.

Una reforma de las pensiones que no cambie la pirámide demográfica, fomentando la maternidad para rejuvenecer a la población no servirá para mucho. Y fomentar la maternidad es convertir al salario maternal en la cuarta pata del Estado del Bienestar. Sin jóvenes, las pensiones de los viejos nunca estarán aseguradas.

¿Reforma financiera? La única reforma financiera consiste en no gastar un euro para paliar los excesos de algunos banqueros. Además, España no necesita reforma financiera alguna. Por cierto, tiene cierta gracia contemplar al gobernador del Banco de España defendiendo ahora la solvencia de los bancos y cajas de ahorros españoles cuando ha sido él el principal culpable de su descrédito, a costa de forzar fusiones de cajas bajo amenaza de intervención. ¿Acaso se interviene una entidad solvente? Por tanto, el principal responsable de la injusta mala fama de la banca española es el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez.

Para hacer una reforma a medias, mejor no hacerla. Además, las reformitas son las que provocan más enfrentamientos, más crispación, más nervios. Vamos, que son un poco horteras.

Eulogio López

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