El diputado de CIU, Carles Campuzano, representaba a su Grupo en la Comisión parlamentaria que tramita la reforma laboral. CIU es más liberal que el PSOE, y el diputado socialista Jesús Membrado Giner le atajó enseguida: Lo que usted está diciendo es que si no hay acuerdo judicial sea el empresario el que imponga el acuerdo o el despido.

Membrado estaba indignado a la par que convencido de haber dado en la diana y desarticulado a su oponente.

Yo creo que no: ¿Por qué no va a ser el empresario quien imponga el contrato o el despido si es el propietario del negocio y el que asume riesgos? El patrón contrata trabajadores cuando los necesita y si no hay trabajo no se le puede pedir que siga pagando a quien no necesita. Esta verdad de Perogrullo es algo tan evidente que casi molesta tener que explicarlo. 

Es el propietario quien debe decidir el número de trabajadores que necesita y lo que hay que exigirle no es que su propiedad privada sea usurpada por un juez sino que pague bien a sus trabadores por su trabajo. Es decir, despido libre a cambio de buenos salarios: ésta es la fórmula más justa y la que crea más empleos. La reforma laboral que plantea el PSOE no va por ahí y lo que plantea el PP o CIU no sabemos lo que es porque no hablan claro, no se atreven a entrar en conceptos como el de despido libre.

La reforma laboral ideal sería aquélla que decretara el salario libre a cambio de un salario mínimo interprofesional -que indica el resto de la escala salarial- de 1.000 euros por ocho horas de trabajo diario. ¿Y saben qué? Seguramente esa reforma encontraría más resistencia en los empresarios que en los trabajadores. He dicho que obtendría el apoyo de los trabajadores, que no de los sindicatos.

Por lo demás, el resto de condiciones para una reforma laboral eficiente, creadora de empleo, resultan, asimismo, evidentes. Lo malo es que no suelen verse.

Eulogio López

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