Lo decía Alexis de Tocqueville: En la economía industrial, la riqueza ya no está ligada a un bien tangible e indestructible como la tierra, sino a una nueva propiedad que es inmaterial e intercambiable y se llama crédito: la economía industrial es una economía de crédito.

 

Lo malo es que el crédito es una propiedad privada muy débil, de carácter fiduciario. Vamos, que no puede considerarse propiedad privada. Y Tocqueville decía eso en la primera mitad del siglo XIX. El pobre Alexis no podía presagiar la llegada de los mercados financieros organizados y su brutal dominio durante la segunda mitad del siglo XX y primera del siglo XXI.

En la economía del crédito, y esto es lo más grave, el pez grande se come al chico, porque lo único que importa es la cantidad, no la calidad, el tamaño, no la eficiencia. Si tienes mucho dinero tienes que ser muy tonto para fracasar en bolsa. Si tienes poco, te lo arrebatarán los grandes a mayor velocidad que en un casino.

Juan Pablo II creó el concepto de financierización de la economía. Estaba diciendo lo mismo que Tocqueville adaptado al actual imperio de las bolsas de valores y les aseguro que no se trata de valores morales. Los mercados financieros ya no están al servicio de la empresa sino que es la empresa, y las familias, quienes están al servicio de las bolsas. Este es el principal problema y la enseñanza primera de la actual crisis. Porque no olvidemos una cosa: los mercados no son democráticos, no funcionan según el principio de igualdad de un hombre, un voto, sino según el principio, escasamente democrático, del tanto tienes, tanto vales.

Por la misma razón, cuando se habla de poner impuestos a la banca, se incurre en un error: no se trata de gravar el negocio bancario sino la especulación bancaria, que es gravamen de más difícil aplicación pero mucho más justo. Porque el arma que crea la especulación abusiva es el tamaño, el enorme tamaño de los especuladores privados, los grandes intermediarios bursátiles o sea de los especuladores públicos: los gobiernos que colocan océanos de bonos en el mercado y luego confiscan los bienes de sus ciudadanos para poder pagar la deuda llamada soberana. Repugnante economía del crédito.

Tres años de crisis y aún no hemos aprendido que nuestros dos grandes enemigos son la especulación financiera y el apalancamiento o endeudamiento excesivo. Mientras no nos lo metamos en la cabeza, continuaremos en crisis permanente. Lo de no endeudarse por encima de nuestras posibilidades lo estamos aprendiendo todos. Por eso los particulares se endeudan menos y se han vuelto más austeros. Los que siguen derrochando y endeudándose son las instituciones públicas, lo que el pueblo conoce como nuestros políticos, que andan más escasos de sentido común que los particulares. Y cuando por fin se ven obligados a apretarse el cinturón, no se aprietan el suyo, el de la clase política, sino el nuestro.

Pero no olvidemos que la especulación es hija de lo desmesurado, de todo lo que es grande. No olvidemos que lo pequeño no sólo es hermoso sino que, además, es eficaz y es libre. En la estructura económica, el hombre más libre es el autónomo, el profesional, el pequeño comerciante, el agricultor. Su pequeña propiedad es, en verdad, propiedad suya. Por el contrario, ¿acaso el accionista de un gran empresa manda algo en esa empresa? El que manda es el directivo, aunque tenga menos acciones que él. Pues eso.

Eulogio López

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