Se emite a primeras horas de la mañana del domingo, y es un programa muy religioso, aunque no muy católico. Es un tiempo gratuito que se otorga a las distintas confesiones en Radio Televisión Española, y entre ellas al Islam.

Un programa de ejecutoria tan plana como cualquier otra pero asaz interesante. Allí pude ver, por ejemplo, a un islámico, un intelectual naturalmente con barba rala y al que nadie cerraría el paso en Westminster, explicarnos lo bonito que sería recuperar el antiguo Al-Andalus, no tan lejano en el tiempo.

Nuestro maestro de la paz musulmana no dejó de alabar los esfuerzos de Juan Carlos I por la paz mundial, paz que, seguramente, pasará por que doña Letizia acabe vistiendo un bonito burka, que ya se sabe que el entendimiento entre civilizaciones exige algunos sacrificios.

Qué tiene que ver la restauración de Al-Andalus con la religión musulmana es algo que se me escapa, pero mi mentalidad occidental, por tanto, corrupta, no puede establecer relaciones que para un buen creyente resultan meridianas.

A continuación, en el mismo espacio, surgió el diplomático Rodolfo Gil, diplomático español, aunque pudiera extrañarles. Gil nos fue presentado como el director del Instituto Cervantes en Lisboa y en una ciudad marroquí que no logré retener. Así que, es lógico que don Rodolfo, al igual que el primer invitado, considerara urgente que en las escuelas españolas se enseñe árabe. Servidor está por la enseñanza de idiomas, cuanto más mejor, incluidos el euskera, clave en el porvenir de nuestros hijos, pero no acabé de captar el sentido último del argumento ofrecido : la enseñanza de la lengua árabe es necesaria para mejorar las relaciones entre España y el mundo, musulmán.

Gil, además de hacer una inestimable propaganda de sus libros, nos informó de que no le extraña nada, pero que nada, que los musulmanes en España se aproximen al millón, que no son sólo debido a la inmigración sino a las conversiones de musulmanes en origen. Don Rodolfo aludía así, con cierto cariño y mucha tolerancia, a la impresentable actitud de tiempos pretéritos, en que los pobres musulmanes que se instalaban en España se veían poco menos que obligados por el represor ambiente dominante a abandonar su fe, que ahora pueden recuperar gracias a la nueva etapa, radiante etapa, que Rodríguez Zapatero ha abierto para los que procesan la fe de Alá.

El concepto que viene a la mente es el de reciprocidad: ningún cristiano tiene problema alguno para profesar su fe y practicar su culto en países musulmanes. Es más, los cristianos, pongamos en Irán o Arabia Saudí, no digamos nada en Marruecos o Argelia, disponen de espacio en la televisión pública para proclamar su fe y, por decir algo, recuperar el glorioso pasado del Sahara español, no tan lejano en el tiempo. Igualmente, el Gobierno Zapatero ha hecho gestiones ante las autoridades de Paquistán, Kuwait, Sudán, Nigeria y Siria, a fin de que sus Gobiernos financien la enseñanza del catecismo, y la apertura de unas cuanta catedrales y templos cristianos, con sus crucifijos y sus imágenes de la Virgen María. Doña Teresa Fernández de la Vega ha expresado su más absoluta confianza en que la petición será atendida por países tan tolerantes y tan entusiastas partidarios de la libertad religiosa como los precitados.

Eulogio López