Sr. Director:

He tenido la enorme fortuna de vivir en directo estos acontecimientos históricos para la vida de la Iglesia y de la humanidad. En una plaza de San Pedro repleta de fieles, a las seis menos diez de la tarde, el humo blanco comenzaba a salir de la chimenea de la capilla Sixtina. El Papa había sido elegido.

Muchos pensamos, por el hecho de tener lugar la fumata después de la primera votación de la tarde, que se trataba del Cardenal Ratzinger. Casi una hora más tarde, el cardenal protodiácono confirmaba la sospecha: Habemus Papam... Joseph Ratzinger... Benedicto XVI.

La tradición romana según la cual quien entra Papa sale cardenal, no ha regido en esta ocasión. La pronta resolución manifestaba la unidad de los Cardenales y la claridad a la hora de tomar la trascendente decisión de elegir al Papa. Las primeras palabras de Ratzinger, de homenaje a Juan Pablo II y de profunda humildad, ponen de relieve la mansedumbre de su carácter.

Los cardenales han elegido al mejor. Al mejor teólogo. Al hombre más prestigioso de todo el Sacro Colegio. A un digno Sucesor de Pedro. Los católicos esta tarde aplaudíamos masivamente al Papa, pero también coreábamos una palabra dirigida a quienes lo habían elegid Grazie, gracias. Joseph Ratzinger, por la bondad de Dios Papa Benedicto XVI, será, sin duda, un extraordinario regalo del Cielo.

Guillermo Juan Morado.

guillermojuan@msn.com