En cierta ocasión, el ex presidente catalán Jordi Pujol se dirigió a uno de sus peores quebraderos de cabeza, al entonces líder del PP catalán y hoy vicepresidente del Parlamento Europeo, Álex Vidal Quadras, con las siguientes palabras:

 

-Su brillantez le perderá.

 

Lo que el honorable Pujol quería decir no era exactamente lo que puede colegirse por sus palabras. Lo que quería decir era que Álex era un tipo inteligente, pero ligeramente insoportable, insufrible, inaguantable. Al menos, en opinión del señor Pujol.

 

Pues bien, algo similar puede decirse de Rodrigo Rato, ex vicepresidente del Gobierno español con José María Aznar y desde hace 24 horas nuevo director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), el primer español en acceder a este cargo.

 

El hombre del milagro económico español es más chulo que un ocho, inteligente, capaz. Con su amigo y colaborador Cristóbal Montoro ha realizado la mejor política económica de la democracia española. Aznar se negó a nombrarle sucesor y el partido (por otras causas, que quede claro) perdió las elecciones del 14-M. Pero, al tiempo, el perdedor conseguía categoría de jefe de Estado asumiendo la jefatura del FMI.

 

En su mejor estilo, Rato sorteó a la mayor concentración de medios informativos que jamás se ha reunido en la tradicional sala de prensa del Ministerio de Economía y Hacienda, ubicado en el madrileño Paseo de la Castellana. Cuando un periodista le dijo que se le presumía un perfil más político que técnico, Rato le respondió:

 

-Lo que publican los periódicos es responsabilidad de los periodistas.

 

Así que si su brillantez no acaba con él, Rato podrá realizar la reforma del Fondo Monetario Internacional, lo que es tanto como decir la reforma del sistema financiero mundial y de buena parte de la política económica mundial. Sin embargo, sus primeras palabras han sido reservonas. Según Rato, cada cinco dólares que sube el petróleo la economía mundial se reduce en tres décimas. Según Rato, Estados Unidos debe buscar el equilibrio fiscal y el comercial y Asia debe proceder a reformas (nos imaginamos que se refería a la apertura de sus fronteras no a reformas laborales, porque Asia constituye el paradigma de la explotación laboral).

 

Nada dijo del papel del Fondo como garante de intereses privados, y nada dijo a favor de las crisis financieras hispanas, especialmente de la crisis argentina, que metió en el mismo saco que el resto del mundo.

 

¿Movimiento antiglobalización? Según Rato, eso se arregla con transparencia: basta con invitar a las organizaciones antiglobalización a los debates internos del FMI.

 

Rato no cometió errores, pero tampoco explicitó un programa. Rato se mantuvo firme en las famosas píldoras amargas del Fondo: superávit fiscal, abrir los mercados, reducir las prestaciones públicas y pagar las deudas. Eso sí, sus exposiciones son brillantes, como él es brillante, pero su actitud pétrea puede llevarle a perpetuar un sistema que mantiene el alejamiento montaraz entre países ricos y pobres. Es el sistema del FMI, que se ha revelado como un sistema muy injusto.

 

A Rato no se le puede pedir mucho en su primera comparecencia, pero su esquema, por el momento sigue siendo el de que el FMI es un garante del sistema de pagos (es decir, el mayordomo del capital privado), no un instrumento nivelador entre el mundo opulento y el mundo hambriento. 

 

Eulogio López