Pedro J. Ramírez pedía al Presidente del Gobierno que mire las dos imágenes, la imagen de Consuelo Garrido, la madre de Miguel Ángel Blanco, incapaz de contener el dolor, y al lado, la de Txapote. La conducta de Txapote y de su novia son la mejor expresión de la banalidad, de la estupidez, de la cotidianeidad del mal. Y cuando a Txapote le preguntan si disparó sobre la cabeza de Miguel Ángel Blanco, ni siquiera se digna a responder. De qué está hablando son su novia. Yo hubiera preferido que se hubieran encarado, pero esta indiferencia, este desprecio por el dolor causado a las víctimas, hay algo que no cuadra. Que se fije muy bien con quién va a sentarse a negociar. Es verdad que lleva tres años sin matar, pero todos sabemos que ETA es una banda disciplinada, y están a lo que diga la dirección. Si por parte de ETA hubiera un propósito de abandono de las armas y reinserción de la vida civil, la consigna de Txapote le hubiera llevado a un comportamiento muy distinto ayer. Si Ibarretxe dice que hay que pedir perdón a las víctimas, podría haberlo hecho Txapote. Aquí hay algo que no cuadra. No encaja la conducta de los etarras, con la supuesta intención de ETA de poner término a su actividad armada e integrarse en un marco democrático.