Sr. Director:
Este pasado lunes Mariano Rajoy fue entrevistado en la cadena SER. Según las encuestas, nunca antes un partido había tenido tanta diferencia con su principal rival, a un año de las elecciones.

 

El actual líder de la oposición quiere seguir manteniendo esa diferencia con el partido socialista y llegar a la Moncloa. Para ello, centra todo su programa en la economía, pese a que ha apoyado la mayoría de las medidas de este Gobierno. En un alarde de moderación y centro reformismo, mantiene ciertas distancias con quien le nombró a dedo para sucederle en el cargo. Representa a una derecha light, en la que pretende que se integren todo tipo de personas, sin mojarse demasiado en determinados aspectos comprometedores de principios y valores, de ahí su indefinición y puesta de perfil, para que quepa todo el mundo en un proyecto conciliador.

Por ejemplo, respecto a la ley de matrimonios homosexuales, afirmó que: "Mi posición no está cerrada" y que habrá que estar a lo que diga el TC. Sobre la norma del aborto fue más contundente: "La cambiaré y recuperaré la de Felipe González". Como se observa, es un derroche de centrismo, de indefinición, ni frío ni caliente, y todo, según él, para llegar al votante de uno y otro signo, sobre todo de la izquierda. O como diría irónicamente Iñaki Gabilondo: "Ése hombre al que cualquiera hoy podría votar". La diferencia esencial  entre el partido socialista y el popular es que el primero, aunque no comparta su ideario, no tiene miedo ni complejos a exponer sus principios e ideología, siendo fiel a su electorado; el segundo, parece como si avergonzara de defender los valores de su mayoría social, traicionando a una parte importante de ella; presupone que cuenta con ese voto útil, y acepta postulados contrarios a su forma de pensar.

En este planteamiento hay un error de base, porque no se vota sólo por la cuestión económica que, por cierto, nos marcan desde Bruselas, sino que los principios y valores importan y mucho. Además, ese electorado cautivo está harto del mal menor, cuando hay un bien posible, y quiere la defensa clara de sus valores, no un sincretismo ideológico de apaños electoralistas.

Javier Pereda Pereda