• Las dos ideas claves de las elecciones: centrismo frente a progresismo. ZP: la subversión del derecho.
  • Y Rubalcaba mareado: ahora ama al capital-riesgo.
  • Nada tiene que ver la crisis de 1929 con la de 2007.
  • ¿Oriol?, sencillamente, un empresario a quien el dinero importa un comino.
  • Steve Jobs no fue un inventor sino un gran comerciante

A Mariano Rajoy no hay quien le saque un programa. De hecho, durante la convención del partido en Málaga fue el aspirante a la Presidencia que menos habló acerca de sus propósitos cuando llegue al Gobierno tras esta larguísima campaña electoral.

Los dirigentes del PP que propusieron medidas concretas lo hicieron con la vaporosa indefinición de la languidez.

Por ejemplo, el propio Rajoy hablo de limitar los mandatos pero no sabemos quiénes deben esta sometidos a dicha limitación y cuánto y cómo. También es de Rajoy la idea de reducir el número de diputados, cuando la crisis actual exige mucho más que eso: por ejemplo, no pasaría nada por eliminar el Senado y los parlamentos regionales y establecer elecciones presidencialistas a las comunidades autónomas.

Federico Trillo apostaba por la condena perpetua revisable pero no entró en la libre elección de jueces y fiscales, única forma de que los españoles vuelvan a creer en la justicia.

Javier Arenas pone a la educación como el primer objetivo y Pío García Escudero reclama la libre elección de centro por parte de los padres así como la lengua vehicular en la que serán educados sus hijos. Sin embargo, ni una palabra del cheque escolar el único instrumento que puede asegurar la libertad de los padres y la mejora de la calidad de la enseñanza.

Tan acomplejado está el PP que ahora coloca a la UCD de Adolfo Suárez como el modelo a seguir. Y ya sabemos que el centrismo es eso: el centro de la nada.

Y Rubalcaba mareado: ahora ama al capital-riesgo

El problema de Rubalcaba es Zapatero, porque resulta muy difícil ilusionar al electorado con un éxito frente a la crisis cuando acaba de apearte del Gobierno que ha cosechado el mayor fracaso del mundo mundial –tasa de paro más alta de toda la OCDE y de los 27 países europeos- frente a esa crisis.

Por eso, ese ambiente de borrachera que reina en el PSOE y que lleva al candidato Alfredo a ir dando tumbos como un adolescente en la madrugada del domingo.

Así que no me extraña que el pobre Alfredo deambule entre el caca-culo-pedo-pis: traducido: aborto, feminismo, anticlericalismo, revanchismo y ecologismo y unas medidas contra la crisis que no harán otra cosa que meternos en la represión profunda.

No es broma, mientras Rajoy hablaba en Málaga, Zapatero, el español más apostrofado del momento, no entonaba 'mea culpa' alguno. Por el contrario, se enorgullecía de sus éxitos. Empezando por la ley contra la violencia de género (por cierto, apoyada por el PP). Estamos hablando de la norma que ha supuesto la subversión del derecho en España. En otras palabras, basta el testimonio de una mujer para que, sin prueba ni diligencia alguna, su pareja masculina sea encarcelada. Basta con que una mujer diga que su marido la maltrata para que este sea desposeído de hijos, patrimonio y libertad. Progresismo en estado puro: 2.000 años de justicia tirados a la basura.

ZP no es bobo, busca aferrarse a su proyecto de reingeniería social liberticida y cristófobo, lo que él llama progresismo, para que los españoles le perdonen su desastrosa gestión económica.

El otro día un hijo mío me preguntaba: "Pero Zapatero tiene que saber que lo ha hecho muy mal". ¡Santa inocencia juvenil! La situación española recuerda el chiste de Eugenio:

-¿A ti que te parece que los curas se casen?

-Hombre, si se quieren.

No me extrañen

En esta línea, la última de Rubalcaba es buenísima: según el  candidato del PSOE hay que incentivar el capital-riesgo. Yo no sé quien le ha vendido tan maravillosa idea a lo mejor es Elena Valenciano, que aspira al Nobel de Economía.

El capital riesgo se parece mucho a las ETT. Nacieron para crear empleo y lo que han conseguido es precarizarlo. El capital-riesgo –poco capital y ningún riesgo- nació para apoyar al que creaba una empresa y ahora se dedica a desguaza empresas ya consolidadas. Nacieron para hacer crecer a los pequeños y han acabado fileteando a los grandes.

Ahora mismo el 'private-equity' constituye el mayor enemigo de la empresa y, en el caso español, el que más ha contribuido a destruir el tejido industrial español, así como el apalancamiento, sobreendeudamiento, del país y de las compañías, que acaban pagando deuda a costa de destruir empleos. El capital-riesgo ha puesto a la empresa al servicio de los mercados financieros.

Y eso es lo que el compañero Alfredo pide incentivar fiscalmente. Este chico necesita una clase de economía, dos de gestión y tres de sentido común.

   Nada tiene que ver la crisis de 1929 con la de 2007

Confieso mi admiración por Pedro García Cuartango: en su artículo del sábado 8, en El Mundo, este veterano periodista económico, con una cultura muy superior a la media del articulista tipo español, arremete contra la gestión del gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, sobre cuya gestión al frente de la entidad supervisora existen ya dos opiniones bien definidas: MAFO piensa que ha resultado fructífero, el resto consideran que ha sido, y es, un caos.

Ahora bien, Cuartango se equivoca cuando compara a MAFO con Andrew Mellon, aquel banquero multimillonario, secretario del Tesoro norteamericano durante la Gran Depresión de 1929. Mellon opinaba que no había que hacer nada y que lo mejor era dejar quebrar a los bancos y a las operadores del mercado.

Ahora bien el problema, Pedro, es que no estamos en 1929 sino en 2011. En 1929, la bolsa de Wall Street cayó porque la economía norteamericana iba mal; en 2007 la economía occidental se cae porque la bolsa marcha demasiado bien. La especulación en los mercados en aquella época era cosa de risa comparada con la burbuja actual. En aquel tiempo había un patrón oro donde gobiernos y bancos centrales no podían crear dinero a su antojo para ganar votos. Pero, sobre todo, no vivían en una economía financista. Lo diré de otra forma: la bolsa nació para ser mercado primario, es decir, inversores que apoyaban a la economía real. Con el mercado primario nació el sin duda necesario mercado secundario para quien no tenga paciencia para cortar el cupón del dividendo. Pero el mercado primario, el no especulativo, el que prestaba un servicio al bien común, suponía el 80% del flujo bursátil, El problema es que hoy, en todos los mercados financieros del mundo, el mercado secundario supone el 99% de los flujos y el resto se queda para el deseable mercado primario.

Por tanto,  Pedro, hoy sí, hoy la única solución para salir de la crisis es que dejar quebrar o, al menos, colocar en suspensión de pagos, a deudas soberanas y a bancos e intermediarios financieros.

Sencillamente, la especulación financiera en 1929 era cosa de risa, comparada con la actual. Occidente vive en una economía virtual, por eso está siendo absorbido por un Oriente que poco entiende de otra libertad que no sean los flujos de capital ni de otra propiedad privada que no sea la propiedad fiduciaria, la que manejan políticos y banqueros. El dinero de los demás.

En 1929 no, hoy sí, la única solución para salir de la crisis de codicia en la que estamos insertos y recuperar el derecho a la propiedad privada, no es más que dejar quebrar a los quebrados. Hoy, Mellon –aunque le inspiraban otros intereses más espurios- no habría fracasado frente a la crisis.

MAFO sí, desde luego, pero esa es otra historia aunque tiene la misma solución: si queremos salir de la crisis hay que dejar quebrar a las deudas soberanas quebradas y a los bancos quebrados.    

¿Oriol? Sencillamente, un empresario a quien el dinero importa un comino

Ha muerto Íñigo de Oriol e Ybarra, el presidente de Iberdrola. Recuerdo que en su momento le regalé un ejemplar de mi librito "Por qué soy cristiano y, sin embargo, periodista". Lo miró y me comentó, con aquella elegante retranca que le caracterizaba: "El título me gusta. Ya veremos el contenido".

Los méritos del más famoso empresario energético español durante décadas ya han sido cantados en todo tipo de obituarios por gente que le conocía mejor que yo y que conocía mejor el sector al que se dedicaba. Sin embargo, con ese pudor cobardón que nos asola a los cristianos en el foro público, no he visto resaltada la nota distintiva que caracterizaba a Oriol: su fe.







Como empresario católico, Oriol era un tipo al que el dinero le importaba un pimiento. Para él, el objetivo de una compañía no era obtener 'valor para el accionista' sino crear riqueza para clientes, trabajadores y propietarios y también ofrecerle a la sociedad, a los demás, algo de lo que la sociedad, los demás, le habían dado. La 'hipoteca social' que pesaba sobre la riqueza, una idea brillante cuyo autor es Juan Pablo II.  

Sí, renunció a la fusión con Endesa porque las condiciones que le impuso el Gobierno Aznar –cuántas veces se habrá arrepentido de ello Rodrigo Rato- habría perjudicado a los accionistas de Iberdrola pero ese no era ni su primer ni su único objetivo. Ese sólo era su deber próximo.

Lo repito: a Oriol le importaba un bledo el dinero. De hecho, buena parte de lo que ganaba acababa siempre en obras de la mayor ONG del mundo: la Iglesia de Roma. Con un matiz: ni tan siquiera elegía el destino de la donación. Entregaba los fondos allá donde le indicaban las instituciones católicas en la que confiaba, empezando por la jerarquía. Y ojo, era su dinero, no el de los demás, su patrimonio, no el de su empresa.

Recuerdo que, cuando, durante los últimos meses de su vida, un emprendedor le invitó a participar en una iniciativa cristiana. Oriol le respondió que no podía, porque toda su liquidez estaba depositada en la Jornada Mundial de la Juventud, a la que tanto contribuyó, no sólo buscando dinero de los demás sino aportando el suyo propio. Oiga y resulta que no era una excusa.

Porque hay cristianos dispuestos a dar su vida por Dios pero no la cartera, donación para la que, a algunas almas pías, nunca encuentran el momento. Oriol era un rico al que el dinero le importaba un bledo. Con empresarios como él no se nos hubiera echado encima la actual crisis.

Y tampoco sentía vergüenza de manifestarse como cristiano, que es lo que era. Durante una de las reuniones del patronato de la Fundación Iberdrola, uno de los vocales arguyó que no se podía apoyar una iniciativa porque su carácter "confesional", argumento muy socorrido hoy en la responsabilidad social corporativa, según el cual debe apoyarse cualquier causa, incluso la mas majadera, con tal de que no las ejecute un cristiano. Esas están prohibidas por 'confesionales'. Oriol rechazó la falacia: aquello no dejaba de ser obra social por el hecho de que estuviera inspirada por cristianos. La propuesta fue analizada y, a la postre, denegada porque carecía de virtualidad, pero no rechazada por su origen católico. 

Steve Jobs no fue un inventor sino un comerciante. Y muy bueno

"Un altar para un revolucionario", pedía –o describía, no estoy seguro- La Vanguardia. Un altar para Steve Jobs, el hombre de Apple.

"Fue valiente para pensar de forma diferente". Otra frase vacía de Obama. Sólo hay dos tipos de personas: los que piensan mucho y los que piensan poco. Si Obama no participara, como Zapatero, del pensamiento circular, habría dicho que Jobs pensaba bien o pensaba más que los demás.

Jobs es un tipo que me cae bien. Su madre no le abortó sino que le dio en adopción y, gracias a ello, contamos con un hombre que puso a disposición del hombre una serie de novedades que millones de personas han utilizado para influir en Internet. No inventó él la red ni el microprocesador, pero las hizo disponibles.

Eso sí, el pecado del comercial es la tendencia al monopolio, esa ansia de dominar al prójimo al que Apple no es inmune.

No, no fue un inventor, sino un comercial. Un gran comercial porque tenía imaginación. El iPod, el iPhone y el iPad utilizan lo que otros habían inventado pero lo utilizan muy bien. Jobs no vendía fondo, vendía formas y ahí radica su genialidad.

Tanto es así, que Apple ha sido quien más se ha acercado a ese El Dorado que anhelan todos los prohombres de la sociedad de la información: el comunicador. El nombre no es mío, sino de Bill Gates, el instrumento que aúne las funciones del teléfono, el ordenador y la televisión: lenguaje oral y escrito, voz, datos e imagen, más todos los contenidos disponibles.

No, Steve Jobs no fue un revolucionario sino algo mucho más grande: un hombre sencillo. Ésa era su gran virtud: la sencillez, que le evitó el peligro de moda en el mundo tecnológico: la pedantería. Y con esa sencillez como arma, se convirtió en un empresario que se ponía en los zapatos del cliente para prestarles un servicio. Por eso se convirtió en un gran comercial.

No pensaba distinto, simplemente pensaba.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com