Dentro de unas horas las selecciones de España y Francia se enfrentan por un puesto en los cuartos de final, el lunes durante su última comparecencia de prensa al seleccionador español, Luís Aragonés volvió a preguntársele por el caso Henry una losa que pesa sobre la imagen del madrileño y que probablemente le acompañará a la tumba: la de ser un racista.

Una verdadera muestra de la hipocresía progre, la cosa ocurrió meses atrás cuando Aragonés, durante un entrenamiento de la Selección, galvanizó al delantero Reyes, compañero de Henry en el Arsenal, de forma un tanto vulgar: Vas tú y le dices al negro. Mira negro, que soy mejor que tú o algo similar. De inmediato medio continente de la vieja, viejísima, senil Europa se rasgó las vestiduras con estrépito : aquello era inadmisible. Un continente que había inventado la estupidez de denominar subsaharianos a los negros africanos (por lo que deberíamos concluir que los españoles somos subfranceses y éstos subgermanos) exhibió toda su flagrante hipocresía. Hasta la madre de Thierry Henry amenazó con no volver a veranear en España. Ella se lo pierde y por supuesto el interesado, un futbolista que no ha dejado de lanzar insultos contra todo lo español, acogió con agrado la campaña y asumió con entusiasmo el papel de víctima.

Y la reacción fue, en verdad, generalizada. Todavía hace dos días, el que suscribe participaba en un corrillo periodístico en el que se criticaba la montaraz actitud del impresentable Aragonés. Calificativos de grueso calibre para un personaje que, además de racista, se nos ha descubierto homófobo, otro gravísimo peligro que el viejo continente debe conjurar cuanto antes. En efecto, nada más llegar a Alemania el llamado Sabio de Hortaleza -y en verdad lo es, por políticamente incorrecto- respondió a quien le ofreció un ramo de flores de bienvenida A mí no me deis flores, que por ahí no me cabe ni el bigote de una gamba, o algo similar.

Recuerdo cómo mis colegas periodistas, se sentían abrumados ante la vulgaridad de semejante personaje. A fin de cuentas los plumíferos no hacemos otra cosa que expandir los tópicos con los que el poder controla a las masas. No olvidemos que el mandamás del mundial Franz Beckenbauer, un personaje tan políticamente correcto que ha aprovechado el Mundial para casarse con la madre de sus dos hijos, ha dedicado la cita mundialista a la lucha contra el racismo. Esto es lo que Clive S. Lewis denominaba acudir con mangueras a las inundaciones y con barcazas a los incendios, porque todo el mundo sabe que en Occidente el racismo está proscrito y que cualquier actitud xenófoba es bloqueada y golpeada por el cuerpo social. No era así a mediados del pasado siglo, pero afortunadamente lo es ahora. Independientemente de actitudes particulares y muy minoritarias -y no me refiero a Luis Aragonés- ya no es necesario luchar contra el racismo. Y respecto a la homofobia, mejor no hablar. Lo preocupante ahora son los ataques del lobby gay a todo aquel que no piense como él. Y en ese mismo mundial, nos encontramos con otros problemas graves de falta de respeto a los sentimientos de la mayoría. El problema hoy en Europa no es ni el racismo ni la homofobia, por ejemplo los ciudadanos españoles tenemos que soportar como el cantamañanas de Jesús Carrillo, comentarista de las retransmisiones futbolísticas de La Sexta (ese reducto televisivo de Zapatero) se dedica a ofender los sentimientos católicos de los españoles con mucho menos gracejo que las salidas de pata de banco de Luis Aragonés. Verbigracia, partido Italia-Australia: Con lo viscerales que son los italianos se deben estar acordando ahora de alguna virgen o las menciones del nombre de Dios a las que el chavalote recurre para demostrarnos que estamos hablando con un tipo muy moderno. Y aquí estamos todos los creyentes aguantando a este tuercebotas sin posibilidad de interactividad, es decir sin posibilidad de acordarnos de sus progenitores. Pero la organización del Mundial, naturalmente, no puede censurar la blasfemia. Las tonterías de Luis Aragonés sí, porque eso es racismo, homofobia e intolerancia.

Es la misma hipocresía progre tanto de la progresía de izquierdas como de derechas- que se ha vivido con la loable decisión de la Presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal, quien ha decidido suprimir la pena de muerte en aquel país. Aplaude la prensa internacional la medida en defensa de la vida humana del presunto culpable, al tiempo que aplaude la matanza exponencialmente superior en número, del seguro inocente, el niño no nacido.

Y es que para hipócritas, los progres.

Eulogio López