Gracias al proyecto de ley de identidad de género, que quizás suene un poco cursi, sí, pero indudablemente progresista, podré cumplir unos de los sueños de mi vida: llamarme Eulogia. Eulogio suena vasto y basto, primario, vulgar. Sí, dicen que significa buen logos, el que habla bien o incluso piensa bien, pero no estamos para esencialismos, sino para fonéticas. La eufonía es la reina del siglo XXI Y Eulogia, dónde van ustedes a parar, es mucho mejor que Eulogio. De aquí a Lima.

Es cierto que el diccionario automático del word de Bill Gates no reconoce Eulogia, y me lo marca con un chivato encarnado sobre la pantalla del ordenador, pero eso es, no lo duden, porque Microsoft es una empresa sin mucha clase.

Además, Eulogia es un nombre artístico : cinco vocales y sin repetir ninguna. Pocos nombres encontrarán ustedes con tan especialísima combinación. Por el momento no pienso operarme, ni cortarme nada con lo que haya nacido, salvo el pelo y la barba. Tampoco deseo apósito alguno. Es una cuestión de dignidad, ética, como dijo nuestra nunca bien loada vicepresidenta primera del Gobierno : si me quiero llamar Eulogia, ¿por qué mi DNI tiene que poner Eulogio?

Está claro que esa era la prioridad que precisaba el capítulo de derechos y libertades en España. Por fin ha llegado, aunque la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, del Partido Popular, le ha ganado por la mano al Gobierno central y asegura estar dispuesto a financiar lo que en mi barrio natal de Oviedo, Ventanielles lo sé, éramos un poco ordinarios- llamaríamos la la ley cortapichas. Porque claro, ¿quién ha dicho que nos tenemos que someter a las decisiones, siempre autocráticas, de la naturaleza?

Y a partir de ahora, bueno cuando apruebe el Parlamento la norma, deberemos modificar nuestros eslóganes ¿Zapatero carnicero? No, Zapatero majadero. Esperanza, se queda en pijita oficial que es como, no me pregunten por qué, le llaman, en sospechosa coincidencia, muchas lectoras de Hispanidad.com (sí, de dicho lectoras). Lo digo porque no deja de ser la misma estadista que gustaba repetir a sus colaboradores: Con los principios no se transige. Ahora, por fin, ya sé dónde guarda sus principios la aristocrática Aguirre: en la Eulogia.

Y no es que me preocupe no, lo del cambio de nombre, de genitales o ambas cosa a la vez. Lo que me preocupa es esta obsesión por rebelarse contra la naturaleza no hablo de la vegetación, ni de la fauna, ni del ozono, sino de la naturaleza): es como rebelarse contra Dios. Y Dios perdona siempre, pero la naturaleza jamás. Y es muy vengativa.

Eulogio López