Es triste pero es cierto. Nunca como ahora lamento que Hispanidad acertara. Nos han llovido críticas (también felicitaciones, principalmente de compañeros periodistas) por apostar, el mismo jueves por la autoría de Al Qaeda frente a la de ETA, a pesar del empecinamiento del ministro del Interior, Ángel Acebes. Y también lamento que Hispanidad haya acertado al interpretar que era el PSOE el beneficiado, si los  autores de la masacre no fueran etarras sino los extremistas islámicos. Pues bien, eso es justamente lo que ha ocurrido. Hoy, el día después de las elecciones del 14-M, todo apunta hacia esa vía y nadie se asusta de que Gabriel Albiac titule en el diario El Mundo: "Ganó al Qaeda".

En efecto, o las encuestas no sólo no sirven para nada si no que son una estafa perseguible de oficio, o ha sido Ben Laden quien ha colocado a Zapatero en La Moncloa. Y ya puestos a desear, hubiésemos preferido que fuera ETA. A fin de cuentas, de los etarras sabemos más y podemos luchar mejor. Del terrorismo islámico sabemos casi nada. Y, en cualquier caso, siempre es mejor un enemigo que dos.

En el propio equipo del líder socialista, la noche del domingo, aún creían que el PP les estaba engañando, como sospechan que hizo en las municipales y autonómicas del 25 de mayo y en las madrileñas del 26 de octubre: primero hacer públicos los resultados favorables al PSOE, para invertir la tendencia posteriormente y arrebatarles el caramelo de los labios.

De igual forma, en el cuartel general del Partido Popular soñaban con que el famoso voto oculto les trajera 10 diputados: les trajo dos... y ni tan siquiera en el Senado han conseguido la mayoría absoluta que les habría permitido bloquear ciertas leyes. Se han quedado en 102 senadores, cuando precisaban 105.

Y esto es lo más perverso de todo: que los terroristas influyan en política asesinando a 200 personas, que se permitan el lujo de dar un giro copernicano y que el Partido Popular pierda en tres días lo que había ganado en ocho años. Ya no es la economía ni los principios ideológicos (ojalá) lo que decide las elecciones en las democracias occidentales: son unos asesinos los que están moviendo al 5%, máximo 10, del electorado que decide unos comicios. Un voto más emocional que racional, que, en España, decidió durante las jornadas de reflexión que el Partido Popular era culpable. Y es cierto que la desafortunada actuación del ministro Ángel Acebes la mañana del jueves 11, fue quien politizó el atentado, como lo es que Zapatero, utilizando a su peón de brega, "Rasputín", es decir, Alfredo Pérez Rubalcaba, se encargó de plantear esa cuestión.  

Al final, a Hispanidad no le importa haberse quedado solo. También nos quedamos solos cuando la reforma de la ley de fecundación 'in vitro', que condenaba a muerte a 200.000 (aún no sabemos si son más) embriones humanos. Los que entonces nos masacraron, entre ellos muchos movimientos cristianos, tardaron dos meses en caer en la cuenta de la bestialidad que habían apoyado y del engaño del Partido Popular.

Y lo mismo ocurrió con la guerra de Iraq. Con tal de apoyar al aznarismo, muchas instituciones cristianas tergiversaron las palabras de Juan Pablo II, quien condenó, una y otra vez, la guerra de George Bush por injusta. Recuerdo que en esos momentos intervine ante la Asociación de Padres de un colegio católico madrileño. Fui censurado, y no con palabras amables, por un dirigente de dicha Asociación, bajo la terminante fórmula de que "el Papa ha dicho que recemos por la guerra y punto". Pues no, Juan Pablo II había dicho mucho más que eso: hizo a George Bush responsable, ante su conciencia y ante la historia, de una guerra injusta. Daba igual, con tal de apoyar al Partido Popular, era permitido tergiversar al mismísimo Papa romano. Es doloroso recordarlo ahora, pero cuando Juan Pablo II hablaba entonces de los "efectos imprevisibles" que iba a tener la guerra de Iraq, me temo que se refería a hipótesis tan mortíferas y homicidas como la del pasado 11-M.

Aún así, si se hubiera tratado de una guerra justa, nada habría que haberle reprochado a Aznar. El problema es que no fue una guerra justa.

Batalla cultural frente a la batalla política, o la sociedad para el que la trabaja. También el franquismo controlaba la universidad, pero sólo en el sentido de que nombraba y cesaba al rector a su libre albedrío, pero los profesores enseñaban marxismo en las aulas. Controlaba los sindicatos, pero Comisiones Obreras imponía desde dentro del sindicato vertical el principio de la lucha de clases. Y así con todo.

Pues bien, ¿recuerda alguien que desde hace ocho años la única plataforma creada en el seno del Partido Popular ha sido la plataforma gay? ¿De verdad esperaban que los homosexuales les votaran? 

El Partido Popular ha nombrado a los directores generales de la radio televisión pública, que han ejecutado la mayor y más descarada campaña de propaganda que se recuerda.

Sin embargo, esa misma televisión ha financiado películas, series, programas, formatos, estilos y talantes contra la fidelidad matrimonial, a favor de todo tipo de abortos, por la banalización del sexo, contra la educación religiosa y contra todo principio cristiano. O sea, lo de Franco: perdían la batalla cultural... y acabaron por perder la batalla política. Y es que la sociedad hay que trabajarla día a día.

Es verdad que el PP no ha perdido el poder por la batalla cultural, sino por su apoyo a los Estados Unidos en la guerra de Iraq, revivido por una parte de la sociedad española como raíz del atentado terrorista madrileño. 

Las cinco condiciones del voto católico. En mi opinión (lo digo tras las elecciones y con tremendo respeto a cualquier opinión ajena), un católico no puede votar al Partido Popular ni puede votar al PSOE. Ambos partidos resultan radicalmente contrarios a la moral cristiana, al menos si nos atenemos a los cinco criterios que recientemente marcara Juan Pablo II como guía de conducta de los cristianos en política. Un católico, viene a decir el Papa, no puede votar ni promocionar a quien:

1. No respete la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.

2. No respete la familia natural, es decir, la formada por un hombre y una mujer, comprometidos a vivir la fidelidad y abiertos a la procreación.

3. Un partido que no respete la libertad de los padres para educar a sus hijos.

4. Un partido que no respete la libertad religiosa.

5. Un partido que no aspire a mejorar los niveles de justicia social.

Es evidente que ni el PP ni el PSOE las cumplen. Es evidente que ni el centro-reformismo de Aznar ni el progresismo de Zapatero respetan esos cinco principios. Diría que ninguno de los dos respeta ninguno de los cinco puntos, aunque se puedan establecer gradaciones entre ellos.

Y sí, hay otras alternativas de voto. Y si no, se vota en blanco.

El voto católico: la mayoría en las catacumbas. Quizás la noticia más dura de toda la campaña electoral, excepción hecha de la masacre del 11-M,  ha sido la información publicada por Hispanidad el pasado viernes 12. Se trataba de una parte de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, en la que se hablaba del voto según fe religiosa. Y resultaba que los católicos casi dividían su voto por igual entre populares y socialistas. Curioso.

Como afirma un buen amigo, funcionario por más señas: "El problema de España es que el PP es una religión y Aznar es un profeta". Insistimos: si Aznar hubiese decretado durante sus ocho años de Gobierno la muerte de los niños menores de cinco años, muchos cristianos hubiesen encontrado una disculpa para el prócer. Los católicos, habrá que repetirlo, trabajamos por Cristo, no por la permanencia en el poder del Partido Popular.

Luego están los católicos que nunca han considerado un problema votar a una opción de izquierda, alegando el quinto elemento, el de la justicia social. Dejando a un lado que la izquierda española no es izquierda, sino progresismo, lo cierto es que el PSOE abandonó el marxismo, pero no su aversión a todo lo que suene a católico. Zapatero está justo en esa línea.

Al final, lo más irónico de España es que se trata de un país mayoritariamente católico en el que los católicos se encuentran en las catacumbas políticas y mediáticas. ¿O es que alguien se cree que un político católico coherente puede abrir la boca en el seno del Partido Popular? Cuando los elementos más 'progres' del PP lanzaban la píldora abortiva o la píldora post-coital, por poner dos ejemplos, ninguno de esos políticos se atrevía a dar la cara por sus amigos. Es más, los medios informativos católicos silenciaban pudorosamente el asunto para seguir con su política de loas al Partido Popular.

El PP y la peligrosa deriva hacia el fascismo. Al final, y aunque haya sido el feroz atentado del 11-M quien le haya hecho perder las elecciones, lo cierto es que el virus  de la derrota viene de atrás. El Partido Popular ha perdido las elecciones por pura incoherencia con su ideario. Al final, se había convertido en una maquinaria de poder, en un equipo gestor, absolutamente tecnócrata y carente de ideas, donde ningún principio moral era aceptado, no por su mensaje, sino... por tratarse de un "mero" principio moral.

Es más, la clase política que ha ido asumiéndole poder en el partido y en el Gobierno a lo largo de estos ocho años ha apuntado una deriva hacia el fascismo. Conste que no empleo esa palabra como un insulto. Simplemente, fascista es aquel que deifica la nación o la patria, con abundante planteamiento de aquellos que ya no creen en Dios, pero sí en su nación. La unidad de España frente al "embate separatista", el terrorismo separatista como arma política apunta en esa línea. Aznar ha vendido unidad de España como Zapatero vende diálogo: palabras que en boca de un y otro han dejado de tener sentido porque son palabras interesadas.

En ese empeño han tenido el apoyo de algunos medios cristianos. Mis rifirrafes personales no tienen nada que ver en esto, pero periodistas como Federico Jiménez Losantos, en efecto, transitan por esa vereda hacia el fascismo.

Y no es que me importara en exceso, sino fuera porque los curas le han otorgado la portavocía del periodismo católico español al haberle convertido en director del programa más importante del medio católico más importante (confesional por cierto, aunque don Federico se empeñe en negarlo una y otra vez).

Y digo lo anterior con pena. No por Jiménez Losantos, sino porque se trata de un medio propiedad de la Iglesia y portaestandarte de la Iglesia. Y porque hay quien identifica el credo cristiano con esas posturas políticas. ¿Nadie ha pensado que existen cristianos de corazón, llenos de rectitud de intención, que se consideran nacionalistas vascos o catalanes? O dicho de otra forma, ¿qué se le ha perdido a la Iglesia en las batallas políticas, insisto, de corte fascista, que libran el Partido Popular y periodistas como Jiménez Losantos, a los que la Iglesia importa un pimiento y que utilizan los medios católicos para medrar en la profesión, promocionar sus propios medios y acabar trabajando en El Mundo (otro medio confesional, como es sabido)? 

En definitiva, el PP, ahora ya en la oposición, tendrá que decidir qué es: Si un partido de raíces cristianas, si un partido ultraconservador que camina hacia el fascismo, o una simple maquinaria obligada a recuperar el poder para seguir alimentando a sus miembros, siempre ahítos de cargos. Es así de simple: o el PP vuelve a sus orígenes cristianos, o acabará en un partido conservador, si no de tintes fascistas.

Lo que el Partido Popular necesita ahora es un rearme moral.

El niño es el padre del hombre y cada partido es hijo de su historia. Por eso, soy pesimista. En cualquier caso, será cuestión de esperar y ver. De las desgracias se aprende, o simplemente te conducen a la melancolía. 

Eulogio López