Sr. Director:

En la actual cultura dominante, la duda está bien vista; en cambio, las certezas se miran con sospecha.

Aunque, para ser más precisos, habría que afirmar que lo que se mira con sospecha no son las certezas sino las certezas de los demás. Ellos, los que dominan la cultura, tienen certezas y no las discuten, ocupados como están de acusar a los demás de dogmatismo.

Por otra parte, es interesante observar que el desprecio de las certezas de los demás se da sólo sobre cuestiones morales o religiosas: ninguno de los que aceptan la duda se dejaría operar por un cirujano que no estuviera seguro de su competencia, ni subiría al avión de una compañía aérea que manifestase incertidumbres sobre la seguridad del vuelo.

No es cierto que la seguridad en la fe sea, de hecho, causa de intolerancia. No dudo que puedan existir católicos que sean intolerantes. Pero su intolerancia no procede de la religión que dicen profesar, sino de la no profesión real de esa religión. No es posible, en efecto, que sea causa de intolerancia una religión cuyo dogma fundamental es que "Dios es Amor".

El que profese esta religión, ni puede ser intolerante ni origen de intolerancia, en el sentido de incapacidad de apreciar los valores allí donde se encuentran. La intolerancia procede de la cerrazón mental que no hace distinciones.

Pero la cerrazón mental no es patrimonio exclusivo de personas creyentes, sino que se encuentra tanto en espíritus incrédulos como en espíritus religiosos.

¿No se aprecia esto con claridad meridiana entre algunos nuestros intelectuales?

Jesús Domingo Martínez

jdmbanyos115@gmail.com