Oído en CNN , el maridaje entre la CNN norteamericana y PRISA, en el telediario del domingo 31, a las 20,30 horas, mismamente detrás de una esplendorosa manipulación de la manifestación de víctimas de la pederastia clerical en el Vaticano. La reportera acusó a Benedicto XVI de no hacer nada por luchar contra esta lacra, salvo ensayar palabras de conmiseración. 

Terminada la cacería al Papa se pasó a la segunda parte de la soflama progre. Se trataba de un reportaje sobre el cementerio civil de La Almudena, donde ha sido enterrado el fallecido líder de Comisiones Obreras. Se trataba de exaltar a quienes decidieron ser enterrados en tierra laica, aunque yo creía que todas las tumbas son laicas. Dijo así el filosófico reportero:

Aquí Marcelino Camacho descansará el resto de sus días. ¿El resto de sus días? ¿Pero no quedamos en que sus días se habían acabado con su muerte?

Y otra perla: aquí Camacho estará en buenas manos. ¿En manos de quién? ¿De los funcionarios del cementerio civil de la Almudena?

Al parecer, los ateos no se resignan a desaparecer. En su juventud pregonan que con la muerte todo se termina, pero al parecer no se conforman con tan trágica condición.

Debe ser muy duro para quien ha hecho profesión de ateísmo, desdecirse de su esperanza cuando se acerca el final. El cerco de discípulos que rodea a las figuras públicas ejerce una formidable presión sobre ellos en el momento del tránsito, presión que, en tantas ocasiones, se convierte en un verdadero secuestro de voluntades. De la voluntad del moribundo.

Cuando se ridiculiza a los cristianos, bajo la premisa de que los jóvenes no pisan el templo no me preocupo demasiado. Lo que sí me asustaría que fueran los ancianos quienes desertaran de la Iglesia, Y es que, cuando llega cierta edad, la muerte deja de ser algo lejano para convertirse en algo próximo. Es en ese momento cuando hasta el más lerdo cae en la cuenta de que tiene que plantearse el sentido de su vida, ese planteamiento que a lo mejor lleva décadas esquivando como puede. Al anciano no suele gustarle el jalogüín.

Eulogio López eulogio@hispanidad.com