Sr. Director:
La costumbre cambia a medida que asume el inexorable paso del tiempo. Por repentino decreto ley o modificación impertinente, el humo comprimido de los recintos públicos y los suelos repletos de colillas humeantes pisoteadas bajo los taburetes de los bares han pasado ya a la historia de la costumbre prohibida.

 

Ni bien ni mal según sin son o si son. Depende asimilar esta polémica imposición si el día a día requiere de esfuerzo extra hasta la fecha innecesario. Siempre hay un antes y un después tras un cambio pero lo malo no es el después sino querer vivir aún, pese a todo, en el antes.

Fumar perjudica seriamente la salud y aunque esta nueva reforma de ley haya caído como alud tras una cortina de humo sobre el treinta por ciento fumador del país y no haya hecho ni pizca de gracia a los miles de restauradores del ocio, como negocio, la consecuencia a corto plazo, tras la inercia de malos humos, será satisfactoria para la salud pública.

Salud, dinero y amor suelen ser y por orden los deseos para cada nuevo año y esta nueva ley antitabaco conseguirá en breve por bravura, aunque quiebren bares y sobren ceniceros, más salud pública aumentando salud al público y tener más dinero acorralado por evitar rebasar la temible línea roja del trópico de cáncer a cientos de miles de tabaquistas. Con salud y dinero, el que no tenga amor es porque no quiere. Hasta hace unos días quien no ofrecía un cigarro o fumaba a solas se decía que fumaba como los indios cabreaos, ya hoy, el fumador cohibido busca aliado ofreciendo sin filtro y a paquete abierto su tabaco para intentar despejar su pecaminosa conciencia con quien soporte de consorte su osadía.

Otros grandes perjudicados de esta nueva ley son los pintores, que verán disminuidos sus trabajos de coloreo para blanquear las paredes amarilleadas que deja el nicotinante y destrozoso humo. Fumar era un placer pero a día de hoy es ya un fatigoso, costoso y venenoso hábito. A este paso no se va a poder fumar ni la pipa de la paz. La necesidad no conoce leyes.

Óscar Molero Espinosa