Sr. Director:
En un artículo que escribí hace dos o tres años, decía que, en mi opinión, el tiempo es algo que está ahí, fijo, inmutable, como una autopista que viene de atrás, desde el infinito, y se pierde por delante hacia el infinito.

 

Nosotros, en un momento dado, nos incorporamos a esa autopista del tiempo para recorrer por ella el corto tramo de nuestra vida. Cuando entramos en la autopista, cuando nacemos a la vida, nos encontramos con muchos vehículos por delante, que viven la suya a velocidad constante, sin que nadie, curiosamente, quiera adelantar a nadie. Poco a poco vemos cómo se va incorporando gente por detrás de nosotros, y como van desapareciendo algunos vehículos que iban por delante.

Llega un momento de ese transcurrir por el tiempo que, casi sin darte cuenta, te percatas que ya quedan pocos vehículos por delante del tuyo; que los que tenía de referencia, aquellos que conducían tus abuelos, tus padres, algunos amigos o conocidos, ya no están, han abandonado la autopista. Te das cuenta de repente, de que la mayoría de los que ocupan la autopista en ese momento, vienen ya detrás de ti, que tu vehiculo es de los primeros. La autopista del tiempo permanece inmutable, eterna, soportando el corto recorrido que hace sobre ella cada generación. Y empiezas a preocuparte cuando, mirando a un lado y a otro, compruebas que es tu generación la que va en cabeza, y ya todas las demás vienen por detrás.

He recordado este artículo y esta metáfora de la autopista porque, durante este año, estos últimos meses, estas semanas, me estoy enterando, porque me llaman para decírmelo, o porque me lo cuenta alguien, que, hoy uno, mañana otro, mis amigos y conocidos se están jubilando. Es normal. Mi generación, incluido yo, ha recorrido ya el suficiente tramo de la autopista del tiempo para que mis amigos y conocidos, bien sea por imperativo legal, bien porque están cansados ya de conducir, o, simplemente, porque se han dado cuenta de que ya no son lo que eran, se están apartando a un carril lateral de la autopista para, dicen, no interrumpir a los que viene detrás, aunque son conscientes de que nadie les quiere adelantar.

Sin embargo, los que nos introducimos en ese carril lateral de la autopista del tiempo, queremos convencernos a nosotros mismos, de que por ese carril se circula mejor, que aún queda mucho tramo de vida, muchas cosas para ver, mucho camino por recorrer, y que es mejor que circulemos con mas tranquilidad, sin nervios, sin que nadie nos atosigue. Pero en el fondo sabemos que no es verdad que sea mejor, o por lo menos, que no es toda la verdad. Porque la verdad es que introducirnos en ese carril lateral es el paso previo para salir de la autopista sin molestar. 

Sea como sea, mis amigos, mi generación, los que se jubilaron el año pasado, los que lo están haciendo este año, o los que lo harán el que viene, circulamos por ese carril intentando adaptarnos a nuestro nuevo modo de vivir, y recordando lo vivido y como lo vivimos. Recordamos que, de pequeños, la mayoría de nuestros abuelos vivían en nuestra casa, con sus hijos, nuestros padres, que los cuidaban a cambio de sus ahorros, de la herencia que esperaban recibir. Recordamos nuestras madres, que nunca trabajaron fuera de casa, y siempre dependieron de sus maridos, de lo que estos les pudieran dejar, y vemos, ahora, que nuestras mujeres, generalmente mas jóvenes que nosotros, siguen trabajando, y tendrán su propia pensión cuando se jubilen, sin necesitarnos para nada.  

Y vemos, con alegría, que nuestros hijos e hijas tienen la formación suficiente para desenvolverse con soltura por la vida, y sin preocuparse por nosotros porque saben que tenemos los medios necesarios, una pensión, para vivir sin molestarles. Y nosotros agradecemos esa independencia, que no tuvieron ni nuestros abuelos ni nuestros padres, y pensamos, con orgullo, que, si es así es porque nuestra generación, la generación de la transición, nosotros precisamente, lo hicimos posible. Durante los últimos treinta y cinco años, nuestra generación, durante nuestra vida útil, y con todos las insuficiencias, defectos y deficiencias que se quieran, hicimos posible la seguridad, las pensiones, la asistencia médica y social, que hoy, los que nos jubilamos, podamos tener.

Pero ahora, los que estamos jubilados, o a punto de hacerlo, nos enteramos que la generación que está en activo, la de nuestros hijos, la generación que tiene el poder político y económico, y la capacidad de decidir, nos dice, nos dice a todos, que, con los cambios que se han producido y se están produciendo en la sociedad, ese sistema de pensiones y seguridad, sistema que nuestra generación creía válido para todos y para siempre, nos dicen, digo, que es insostenible, que no aguantará mas que unos pocos años, que solo podrá mantener a pocos mas de los que ahora están jubilados, es decir, que solo nos podrá mantener a nosotros, a los que pusimos en marcha el sistema. Y se encuentra con la necesidad de reformarlo para que, del mismo modo que ellos nos mantienen a nosotros, sus hijos les puedan mantener cuando les llegue la hora de su jubilación.

Y yo, leyendo los informes que apremian a esa reforma del sistema de pensiones, me volvía a acordar de mis abuelos, que eran cuidados y mantenidos por sus hijos a cambio de sus ahorros. Y es que, recurriendo a la Termodinámica, pienso que las necesidades de las personas, como la energía, ni se crean ni se destruyen, solo se transforman.

Emitido en el Programa La Firma de Onda Cero La Ribera, el día 28 de Octubre de 2010,  a las 13 h. 40 min.
Vicente Benedito