Esta es la historia del lenguaje político, es decir, la historia del engaño.

Mariano Rajoy no va a subir las pensiones, las va a bajar. Y las baja porque no tiene otro remedio, porque la historia de las jubilaciones en España –y en toda Europa- no es un problema económico, sino demográfico. No es que sobren viejos, es que faltan niños. Llevamos un par de generaciones –tanto si consideramos el cómputo orteguiano de los 15 años o el más actual de los 25- en que los españoles no alcanzan ni la tasa de reemplazo generacional.

Lo que ha dicho Rajoy es que va a mantener el poder adquisitivo de las pensiones sobre IPC. Hombre, de entrada, eso no es subir las pensiones. Pero es que, además de aclarar que va a atacar las prejubilaciones –bien hecho- y, atención, pretende elevar el cómputo a toda la vida laboral del trabajador. Pues eso, campeón, se llama bajar las pensiones.

Y no le culpo. Con una pirámide demográfica invertida como la que tenemos hoy en España no hay otra forma. Ahora bien, de lo que sí hay que culpar a Rajoy es de no fomentar la natalidad en una España que parece difuminarse hasta desaparecer. Y la única forma es desarrollar el cuarto pilar del Estado del Bienestar, que es el salario maternal: pagar un salario a la pareja para criar a sus hijos, porque España necesita, antes que nada, hijos.