Sr. Director:
En estos días proliferan los análisis para buscar soluciones a una crisis que no deja de complicarse de día en día.

Pero esta sucesión de explicaciones apenas ha conseguido arrojar luz sobre la forma de salir del atolladero. Los análisis se hacen con frecuencia desde perspectivas ideológicas discrepantes, acentuadas desde la aparición en el escenario político europeo del nuevo presidente francés. Y aunque se perfila una especie de compromiso europeo para compaginar los necesarios recortes de gasto público y los estímulos al crecimiento, como se puso anoche de manifiesto en el primer encuentro Merkel-Hollande, lo cierto es que las incógnitas sobre el futuro están lejos de ser despejadas.

El problema de fondo, manifestado en el caso griego y en el nacimiento de movimientos radicales de izquierda y derecha, es el rechazo de amplios sectores europeos a perder la seguridad de un tipo de Estado de Bienestar basado en el espejismo de un gasto trepidante que propició la burbuja inmobiliaria y las hipotecas basura. La dura realidad exige vivir con menos ingresos y más esfuerzo laboral, con su secuela de más reparto de gastos sanitarios y docentes.

Sigue la demagogia de una izquierda que estimula la indignación ciudadana, aunque a la hora de gobernar también tiene que recortar gastos y reducir salarios como se ha visto en Andalucía, aunque culpe de ello al Gobierno central como chivo expiatorio.

La economía no es una ciencia exacta, pero no hay posibilidad de crecimiento si mantenemos la ficción de un bienestar que tardará mucho tiempo en volver.

Xus D Madrid