Izquierda y derecha no existen. La humanidad se divide entre cristianos y cristófobos. El hecho de que políticamente sigamos hablando de derecha e izquierda aporta poco, porque nadie sabe ya qué es la izquierda y qué es la derecha. Los anglosajones, que entre sus muchos defectos albergan la cualidad deben ser muy concretos, han sustituido esa división por otra: conservadores y progresistas. Los primeros son los que defienden la vida y la familia, por ejemplo, los segundos defienden lo contrario. O sea, cristianos y cristófobos.

El obispo mexicano de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, habla del anticlericalismo que rebrota en su patria tras las leyes sobre homomonio. Los cristófobos pasan al ataque directo allá donde pueden, generalmente en países del Tercer Mundo islámicos. En Occidente no, que aún está mal visto quemar templos y asesinar curas y monjas. Todo llegará. Pero, por el momento, la cristofobia en Occidente consiste en marginar el pensamiento cristiano, silenciar a la jerarquía y a todo aquel notable (intelectual, científico o periodista) que se atreva a confesarse cristiano y a dar una interpretación cristiana a lo que ocurre en el mundo. Las leyes contra la homofobia brasileñas y argentina no son más que intentos de aniquilar la libertad de expresión de los cristianos. Es como si se prohibiera criticar al Gobierno en nombre del patriotismo.

Eulogio López

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