Tolkien no define a sus personajes favoritos, los hobbits, como seres inteligentes todo lo contrario-, ni audaces reniegan de la aventura-, ni cosmopolitas son provincianos- ni eficientes componen una sociedad rural y atrasada-. Los hobbits se distinguen por su amor a las cosas que crecen. Por eso comen, beben y cantan. A partir de este punto, confíen en mí: doña Elena Salgado, ministra de Sanidad del Gobierno Zapatero, no es un hobbit. Una perla puede ser hermosa, pero no crece. Como no crece, ni declina ni muere, pero sólo porque siempre ha estado muerta.

Doña Elena comenzó siendo vegetariana y acabó donde suelen acabar los vegetarianos: en el puritanismo liberticida. El término puritanismo se presta a confusión, por lo que conviene aclarar que puritano no es aquel que aborrece el sexo, sino el que aborrece la vida, la persona. Al puritano le gustan las naturalezas muertas, la línea recta, lo simétrico, el puritano es manierista y muy, muy triste. Al puritano le molesta la vida porque todo lo que está vivo se corrompe. Y le molesta la debilidad, porque lo que le importa no es la persona sino el sistema, y la debilidad no es productiva, no cumple los planeas. Por eso doña Elena patrocina la eutanasia, porque una vida débil no merece la pena ser vivida. El puritano no intenta superar los obstáculos: prefiere evitarlos y dar marcha atrás. Por la misma razón, la puritana Salgado defiende el sexo sin maternidad (sexo seguro e higiénico, con condón y, si la cosa falla, aborto químico o quirúrgico en clínica). Es decir, todo muy higiénico, muy aséptico : sexo sin concepción y concepción sin sexo.

El puritanismo es homicida y es liberticida. Le molesta la alegría. Fumar puede ser un vicio, pero también una gozada para el fumador. Pues va la puritana doña Elena y lo prohíbe. No aconseja que se fume con moderación para evitar los efectos nocivos de un hábito placentero, sino que lo prohíbe.

A la puritana ministra le molestan los gordos, por lo que se ha visto obligado a decirnos qué debemos comer. El alcohol es feo vicio, así que ha decidido prohibirnos beber (la enésima ley polémica de su Ministerio). Es, en suma, una mujer que se desvive por los demás: siempre puedes distinguir a los demás por su expresión de acosados.

De cualquier forma, pocas definiciones del puritanismo he visto tan certeras como la de Malcolm Muggeridge, aquel pisaverde, quintaesencia del progresismo del pasado siglo, cuando comentaba que no se debería renunciar a las cosas porque proporcionen placer (como hace el puritanismo), sino porque, al renunciar a ellas, se obtienen otras más placenteras. Y placeres más duraderos, añado yo.

El nuevo puritanismo homicida y liberticida no proviene de la derecha conservadora y metodista, sino de la izquierda. En el caso de Salgado, más en concreto, de la extrema izquierda. Como ya no creen en la revolución, creen en la dieta y en la ingeniería genética, que es, como la ingeniería financiera, pero con resultado de muerte.

Y a todo esto, con lo bonita que es la vida.

Eulogio López