El ministro de trabajo del Gobierno ZP, Celestino Corbacho, en lugar de esconderse debajo de las mesas, por ser el campeón del desempleo en toda Europa, asegura bravucón, que ha cogido con las manos en la masa a Mariano Rajoy, quien ya reconoce que quiere abaratar el despido. Lo mismo asegura el inefable Pepiño Blanco quien tras comunicarnos que va a crear 400.000 puestos de trabajo con su nuevo plan de infraestructuras (a lo mejor son entre 400 y 1.000) asegura que Rajoy no sólo pretende abaratar el despido, sino -¡estamos perdidos!- como primera etapa hacia el despido libre. ¡Te han pillado, Mariano, bajando la mano!

Pero no nos engañemos: el mal de la política española no es Zapatero. Zapatero es un desastre, como los tsunami, y ante un tsunami lo único que se puede hacer es esperar a que termine. Pero el cáncer extirpable de la política española, es decir, el tumor que debe ser destruido, es el Partido Popular, es decir, el centro-reformismo pepero el marianismo, siempre acomplejado, ejemplo egregio de la derecha pagana que cunde en Occidente.

Ejemplo: el mercado de trabajo. Si no fuera un acomplejado, Rajoy hubiera respondido: es exactamente lo que quiero: abaratar el despido. O mejor, el despido libre. ¿Por qué el contratador no va a poder despedir a quien no necesita? Como Mariano es un acomplejado, heredero del acomplejado José María Aznar, apuntaba hacia dos soluciones como ejes de su reforma laboral: reducir salarios y abaratar el despido. Es decir favorecer a la empresa pero no al trabajador.

El PSOE, por su parte, opta por mantener salarios bajos e impuestos laborales altos, siguiendo la doctrina de que lo que importa no son los salarios dignos sino los subsidios vergonzantes.

Hombre, uno diría que, por propio sentido común, una reforma laboral tiene que tener los siguientes elementos:

1. Despido libre, con una compensación económica limitada en su parte alta, es decir, con una indemnización máxima. No es una injusticia el despido libre, lo que es injusto y el mayor agravio comparativo, especialmente con los jóvenes, es el trabajo seguro del funcionario público o del asalariado de grandes empresas como bancos, eléctricas o telecos.

2. A cambio del despido libre, y este es el factor clave de una reforma laboral- hay que elevar los salarios bajos y reducir la insufrible diferencia entre salarios fijos y salarios medios. Irlanda es un buen modelo a seguir.

3. Supresión de todos los contratos (excepto el insuprimible contrato a tiempo parcial), sustituidos por un sólo contrato indefinido con una cláusula por despido pactada de antemano. Precisamente para ello es necesario el despido libre suprimiendo, también la causalidad. El objetivo es terminar con la economía sumergida y perseguirla sin tregua.

Ojo, subir el salario mínimo a mayor velocidad que la empleada por el Gobierno Zapatero (9 euros en 2010, para un salario mínimo que no alcanza los 650 euros brutos mensuales). El salario mínimo español tiene que duplicarse en un lapso corto, si se quiere que sea un salario justo.

4. Reducir los impuestos laborales, especialmente las cuotas sociales y sustituirlos por IVA. Este es el momento, pero ya queda poco tiempo. Antes que el IRPF, que el IVA que el Impuesto de Sociedades, que el impuesto sobre el ahorro, que cualquier otro gravamen, hay que bajar los impuestos laborales. Y volvemos al punto 3: sin reducir, y adecuar, sobre todo al trabajo a tiempo parcial, los impuestos laborales no se terminará con la economía sumergida.

5. Salario maternal. Precisamente porque el principal problema económico de Occidente es el envejecimiento de la población, hay que fomentar la maternidad: toda mujer que tenga un hijo tiene derecho a que la sociedad la resarza con un salario, por su vital aportación al sistema: futuros contribuyentes.

Esto es lo que debería defender el Partido Popular, sólo que sus complejos se lo impiden. El Zapaterismo, por contra, no tiene complejos: no crea empleos pero sí subsidios, y con eso hunde la economía pero gana las elecciones, entre otras cosas porque la primera verdad demoscópica y económica es simple: en España existen más pensionistas que jóvenes en edad de crear una familia y hacerse un hueco en el mercado laboral. Sin complejos, oiga usted.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com