Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, el principal feudo del Partido Popular, ha anunciado que piensa suprimir el impuesto sobre donaciones de padres a hijos. De inmediato, el progresismo se ha lanzado al monte: esto advierte el diario El País-, supone introducirse en una peligrosa senda fiscal, entre otras cosas porque abre el camino a la supresión del impuesto sobre sucesiones y, -¡estamos perdidos!- a la desaparición del impuesto sobre el patrimonio. Todo ello, según la progresía, beneficiaria a los ricos.

Y es muy cierto que la supresión del impuesto sobre sucesiones o sobe el patrimonio beneficia a los que tiene algo que dejar en herencia y a los que tienen patrimonio. No todos son ricos, pero ya se sabe que la riqueza es algo subjetivo y, en cualquier caso, estamos hablando de clase media.

Ahora bien, no todo lo que beneficia a los ricos tiene que perjudicar a los pobres. Más bien se diría que lo que al progresismo le fastidia es la propiedad privada en sí, sea pequeña o gran propiedad. Veamos: puede decirse que hay dos tipos de impuestos directos: los que gravan lo que se gana y los que gravan lo que se posee. Que yo sepa nadie discute los primeros (viene a la mente el impuesto sobre la renta), pero sí los segundos. En Estados Unidos les gusta el impuesto de patrimonio, pero en la Unión Europea sólo lo mantienen Francia, Suecia, Finlandia y Luxemburgo.

Es lógico : una vez que le has cobrado al particular por ganar dinero, y le cobras por gastarlo, ¿por qué cobrarle por retener aquello que ya cotizó? El impuesto sobre el patrimonio, al igual que el impuesto sobre sucesiones y donaciones no es más que el resultado de la animadversión que el progresismo siente por la propiedad privada, especialmente la que no es suya. No olvidemos que al progresista le encanta controlar el erario público, el dinero de los demás, y para ello, nada mejor que una sana política fiscal de defensa de la propiedad privada, especialmente de la pequeña propiedad privada.

Entonemos el vademécum fiscal o cuatro reglas de oro para la gestión económica actual:

1. El mejor impuesto es el que no existe.

2. No obstante, los impuestos son necesarios, entre otras cosas para distribuir la riqueza de forma más equitativa. Por tanto, el segundo mandamiento es que se debe gravar antes lo que se gasta que lo que se gana. Especialmente en las sociedades modernas, donde es imposible guardar el dinero en el calcetín y donde, por tanto, el ahorro se convierte directamente en inversión (otra cuestión es en qué tipo de inversiones convierte). Por tanto, el principal impuesto debe ser el IVA, mucho más graduado de lo que ahora lo está en Occidente: no debe gravarse con el mismo IVA el pan que las joyas. En materia de IVA, cuanta más larga sea la escala de tipo, mejor.

3. Capitalismo y socialismo no son sino dos caras de una misma moneda. En el primero mandan las grandes fortunas y en el segundo los grandes Estados. El problema no es que mande uno u otro, sino que lo dos son grandes y los dos atentan contra la propiedad privada. Por tanto, la economía no se divide entre liberales y estadistas, sino entre lo grande y lo pequeño. Por ejemplo : entre la pequeña propiedad y la gran propiedad (sea esta pública o privada, que eso da igual).

3. Metidos ya en impuestos directos, debe gravarse lo que se gana, no lo que se posee y ya ha cotizado con anterioridad. Por ejemplo, uno de los impuestos más injustos es la contribución urbana. Pagar por un piso al comprarlo, bien; pagar por el piso que se posee y por el que se ya se ha cotizado a Hacienda, no es más que otra imposición de los políticos para aumentar su poder.

4. Los impuestos reducen la libertad del individuo, no porque su libertad radique en su cuenta corriente, sino porque esto es mucho más relevante- aumentan el poder del gobernante.

5. La propiedad privada es maravillosa, y debe fomentarse siempre. Es el principal derecho económico del ser humano. Sus enemigos son dos: el Estado y los ricos. Creo que los segundos aún más que los primeros.

Porque, tal como hablan algunos progresistas de hoy se diría que lo que les mueve no es una más recta distribución de la riqueza, sino la envidia puñetera de quien posee más que tú, por muy honradamente que lo haya ganado. Pero naturalmente no me refiero al señor Polanco. Estoy seguro de que él estará muy agradecido a doña Esperanza Aguirre por la supresión del impuesto de sucesiones. Es más, creo que todas las noches entona unas preces para que la anunciada supresión se produzca en el menor plazo de tiempo posible. Fíjense lo que les digo : aunque la promulgue el PP.

Eulogio López