• En un concurso de obviedades, Su Majestad habría obtenido la medalla de oro.
  • Desapareció el Belén del decorado navideño y ni tan siquiera faltó el tufo masoncete de los "valores cívicos".
  • Vamos, que podía haber sido un discurso de Año Nuevo.
  • Pues si la monarquía española deja de ser católica, a lo mejor los católicos españoles dejamos de ser monárquicos.
  • Un rey políticamente correcto. "La lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable". No, sí te parece, debemos fomentar la corrupción.
  • El Monarca ha aprovechado la pre-condena mediática de su hermana para erigirse en el 'limpio Felipe'.
  • El discurso del Rey sonaba a esa socialdemocracia pálida que es la marca del Mariano Rajoy y del actual PP.

El primer Mensaje de Navidad de su Majestad Felipe VI le ha convertido en el rey del tópico. Ya apuntaba maneras, pero lo cierto es que el cansino discursito de la noche del miércoles 24 de diciembre, el más esperado, hubiese obtenido el primer premio en un concurso de obviedades y medalla de plata en el de tautologías.

Y fue más lo que Felipe VI mostró que lo que demostró. La primera en la frente: al revés que su Padre, Juan Carlos I, no hubo nacimiento junto a Felipe VI. Sólo un árbol de metacrilato que, allá al fondo, parecía un spot hortera de alguna eléctrica. Y eso sí, para que no se diga, se ordenó al realizador que hiciera un barrido forzado para enfocar, medio segundo, no más, un nacimiento de Lladró, es decir, un algo con pretensiones artísticas pero más cursi, en aquel escenario, que un repollo con lazo.

Ya saben, el actual Rey de España, el mismo que suprimió cualquier referencia religiosa en su proclamación –algo habitual desde la dinastía ramirense asturiana, en el siglo VIII-, suprimió el nacimiento en su mensaje navideño.

Y entonces, si Su Majestad es tan laico, ¿por qué no ofrece un discurso de Año Nuevo, ajeno y lejano a la festividad que en Navidad se celebra, que es el cumpleaños de Cristo Y lo que debería preguntarse es esto: si la monarquía española deja de ser católica, a lo mejor los católicos dejamos de ser monárquicos.

Aún más: en el discurso no faltó el toque masoncete, con la repetición de los necesarios "valores cívicos". Ustedes me dirán que no se sabe lo que son, pero es porque no han leído los manuales de educación para la ciudadanía. Se trata de forjar a las nuevas generaciones a espaldas de Dios.

Por lo demás, lugares comunes y cierta mala leche. Aprovechó la precondena mediática de su hermana Cristina para hacer una loa a la regeneración democrática. ¡Cuándo se dará cuenta su Majestad de que si su hermana la infanta Cristina es condenada, usted no saldrá beneficiado por comparación sino perjudicado por homologación!

Todo su topicón mensaje navideño se apoyó en otro lugar común: "la lucha contra la corrupción como objetivo irrenunciable". No, si te parece vamos a promocionar la corrupción. No, la corrupción política no es el principal problema de España. El principal problema de España es la corrupción moral generalizada. Lo que pasa es que a usted, Majestad, le encanta alinearse con lo políticamente correcto.

En el cúmulo de la sosería hizo referencia a la necesaria 'higiene', otro tópico muy progre de quienes confunden pureza con higiene y moral con legalidad y honradez con honestidad. Recuerde majestad: honradez de cintura para arriba, honestidad de cintura para abajo.

Y la guinda que lo resume todo. En lugar del nacimiento nos encontramos, en calidad de respaldo televisivo oficial, una foto de la pareja real con la dulcísima Letizia, que reclina su cabeza sobre el hombro de su bienamado. O como diría Gila. "Antes de casarse: 'reposa aquí tu cabecita, mi amor'; una vez casado: 'Aparta el cabezorro'". Majestad, no sea usted hortera.

Y todo esto para ser mucho menos independiente de lo que fue su padre respecto al Gobierno, ni en el discurso de Navidad, el único de todo el año en el que Zarzuela mete la pluma, las palabras de Felipe VI sonaban a esa socialdemocracia pálida que en materia económica es la marca del PP. El monarca, cuya especialidad deberían ser los mensajes institucionales, se despeñó por el partidismo de lo políticamente correcto, al menos en dos puntos:

1. La defensa del Estado del Bienestar. El PP sabe que tiene que acabar con el Estado del Bienestar, que asume que es una ruina, pero el PP lo defiende en público porque decir la verdad resultaría electoralmente suicida.

2. Cataluña es España porque lo ha decidido la soberanía nacional. En este segundo punto le avala la razón y, además, fue defendido con coherencia. Lo que me temo es que llegamos un poco tarde.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com