No se reconocía la santidad de Dios, y por eso se menospreció también la sacralidad de la vida humana. La frase fue citada en un discurso clave del pontificado de Benedicto XVI, el pronunciado el pasado viernes 19 de agosto en la Sinagoga de Colonia, ante la comunidad judía. Los medios informativos han insistido en otros contenidos de su discurso ante los judíos, así como antes los protestantes o antes la comunidad musulmana, pero la clase de las palabras del pontífice están ahí. Lo que Benedicto XVI ha querido decir es que el efecto de apartar a Dios de la vida pública nunca es neutro. Y lo mismo que del genocidio nazi puede decirse hoy, incluso con más rigor, del genocidio del aborto y de la ingeniería genética.

En medios informativos católicos preocupa cada vez más la interpretación políticamente correcta que los medios informativos hacen de las palabras de Benedicto XVI. Desde que Juan Pablo II irrumpiera en el mundo como una de las pocas voces unánimemente respetadas por personas de todas las convicciones, todo el empeño de Nuevo Orden Internacional consiste en neutralizar el mensaje papal a costa de reinterpretar sus palabras: si no podemos eliminarlo del escenario tendremos que doblarle adecuadamente.