El mejunje accionarial entrecruzado de las firmas Volkswagen y Porsche -a mayor gloria de don Ferdinand Piëch- llega a su punto final con la ampliación de capital de la segunda, la pequeña, que se come a la grande.

Ahora mismo, no me interesa la ampliación de la que puede convertirse en la primera empresa de automoción del mundo, sino el hecho de que la operación servirá para que los bancos alemanes canjeen la deuda de la empresa -deuda realmente elevada- por acciones de la compañía emergente.

De esta forma, reduce su apalancamiento... y sigue siendo alemana por los cuatro costados y será en Alemania donde se tomen las decisiones de inversión.

Justo lo contrario de lo que acostumbramos en España. Aquí obligamos a las cajas de ahorros a elevar su capital más allá de lo que exige Basilea III, que aún no ha entrado en vigor y les obligamos a vender sus participaciones industriales, dejando desguarnecidas a las principales empresas españolas. Y ni que decir tiene, que si una empresa española necesita refinanciarse los acreedores no tomarán acciones de la misma sino que, sencillamente, la abocarán al concurso de acreedores. Y todo ello, sobre todo en cajas, en un proceso impulsado por el Gobierno español y el Banco de España. Ánimo, que ya estamos cerca del páramo industrial.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com