Sr. Director:
El ser humano es capaz de conocer por su inteligencia y de decidirse por la voluntad ante el bien conocido, sensible o intelectual. 


Estas capacidades -sensibilidad, inteligencia y voluntad- hacen posible que se dirija voluntariamente hacia el objeto conocido, dominando las tendencias naturales y ordenando su mundo sensible.

La voluntad, ante un bien conocido, puede elegirlo intencionalmente o negarse a él. El entendimiento y la voluntad están íntimamente relacionados y vinculados, se influyen mutuamente. Podemos verlo en los siguientes momentos del acto voluntario:

En la concepción del fin (¿Qué hacer?) la voluntad se inclina por lo que le presenta la inteligencia. En la deliberación será la voluntad la que se inclinará, elegirá entre las diversas posibilidades que el entendimiento le presente.

-       La decisión será fundamentalmente un acto de la voluntad.

-       En la ejecución la voluntad deliberará sobre los medios a poner en práctica y también en los múltiples actos que la actuación voluntaria conlleva.

-       En la evaluación y rectificación vuelven a estar presentes el conocimiento y la voluntad.

La libertad como capacidad de la voluntad se actualiza eligiendo, por ello, son erróneas las actitudes de "seguir la vida", "no pensar", "no arriesgarse en actuar" ya que quien no se ejercita no tendrá la fuerza y el riesgo de elegir.

El que decide y elige se compromete, opta con su libertad, quien no se compromete "pasa". Y su libertad se concreta en "pasar" mientras otras opciones ocupan el vacío.

Comprometerse significa haber elegido y los compromisos expresan la calidad de la libertad. ¿Quién se atreverá a negar que es menos libre la madre de familia que decida dedicar sus mejores tiempos a tareas de su casa, cuidar de los suyos, renunciando a otras posibilidades de ocupaciones y ocio?

A veces se confunde libertad con superficialidad "hacer lo que uno quiere", cuando seguir los propios caprichos es expresión de la libertad, pero no del contenido y la calidad de la libertad humana. Por tanto, podemos afirmar que es más libre quien elige mejor, si sus compromisos son de mayor calidad y esa calidad empieza por conocer el bien.

Sin la apertura del ser humano a la verdad y al bien, junto a la rectitud, y la posibilidad de rectificar, cuando los hechos y la reflexión nos lo exijan, la libertad se convierte en capricho, en arbitrariedad. Junto a los obstáculos interiores más o menos inconscientes (ignorancia, miedos, violencia, comportamientos…), también podemos estar bajo la influencia de ambientes y opiniones superficiales cuando no erróneas. Si queremos no ser manipulados necesitaremos conocer, informarnos, preguntar, pensar, y actuar. Este dominio y orden interior exigen y posibilitan lo que podemos denominar "libertades" (de opinión, expresión, sociales, políticas...).

También encontramos en la historia de la humanidad corrientes y pensadores que han negado la libertad. Son interpretaciones que, bajo el nombre de determinismos, se inclinan por afirmar que el ser humano está determinado por las leyes biológicas, psicológicas o sociales, cuando no por un hado o destino universal. Junto a tales presencias y actitudes, se puede constatar: "la convicción universal de la libertad", "su exigencia para el orden moral y legal", "la libertad humana debe interpretarse desde la naturaleza humana".

Con todo ello, afirmamos que la libertad humana es libertad encarnada, que se realiza con la vida y con el riesgo del error y, también, de la posibilidad de rectificar.

José Arnal Agustín