No tienen objetivo político alguno, ni la penuria económica les lleva a quemar autobuses. Si acaso, por ejemplo en el País Vasco, pero no en muchos otros sitios, dicen responder a la más tenue de las ideologías: el nacionalismo, que es la ideología más tonta porque no se refiere al Estado de derecho sino al tamaño del Estado. Ni tan siquiera tienen claro que luchen contra la propiedad privada. Es más, sí creen en la propiedad privada, al menos en la suya. La última bronca en la periferia del gran París tuvo lugar cuando lo gendarmes detuvieron a un pequeño camello, lo que podríamos llamar un micropyme. Se producía así una de las paradojas que denunciara Chesterton: una cosa es defender la propiedad privada y otra defender la empresa privada. Por ejemplo, el ladrón es partidario de la segunda, pero no de la primera. Simplemente, hacen el gamberro porque se aburren, y no hay nada que provoque tanta crueldad como el tedio.

Se aburren porque no encuentran un sentido para la vida. Es más, la generación progre, que hoy tiene 60 años y copa todos los espectros de poder, les ha enseñado justamente eso : que no existen verdades absolutas y que la vida no tiene ningún sentido. Ellos, los ricos y los pobres, que aquí no hay distinción, son alumnos aplicados que han aprendido bien la lección. ¿Por qué la misma generación progre que les enseñó este anti-principio les envía ahora furgones policiales a sacudirles las meninges? Pues porque los progres se hicieron un patrimonio, y el orden público es vital par que respeten su patrimonio. Esa sí es una lucha de clases, pero dentro del mismo pensamiento único : el pensamiento débil de quien no cree en nada y se aburre, por lo que se dedica o bien a coleccionar dinero o bien a quemar automóviles para sentirse dueños de algo, aunque sea de la nada.

Lo de los suburbios de París, el movimiento que ha convertido Barcelona en la capital mundial de los okupas (gracias a ello, su alcalde, el progre Joan Clos, fue ascendido a ministro de Industria por Zapatero) o la kale borroka del País Vasco, tienen los mismo síntomas: el aburrimiento mortal de una generación a la que le han robado a Cristo, único motivo de esperanza. Si Dios no existe, no es posible que Cristo esté pendiente de mí, si Cristo no está pendiente de mí, no existen normas morales objetivas, si no existen normas, ¿por qué razón tendría que respetar al prójimo? Lo lógico es que el fuerte domine al débil, y yo quiero estar con los fuertes. Esta cadena de inferencias es, para el joven, automática, aplastante, inapelable, definitiva. No hay sitio para la aventura, sólo para la dominación. No me rebelo para conseguir algo, sólo para evitar el tedio, el sinsentido que me abruma. Lo hago porque me brota. He perdido los cuatro puntos cardinales, el bien y el mal, la verdad y la belleza, así que hago lo que me pone y lo que me brota. Lo que me brota es quemar autobuses.

Yo lo veo muy lógico, y lo que me extraña es que el movimiento mundial de violencia contra el aburrimiento no se haya extendido por todo Occidente como un reguero de pólvora.

Eulogio López