Estaba Zapatero con la Reina de Inglaterra y le encarecía que le dijera sus secretos. Porque Zapatero admira la Administración británica. Entonces, SM Isabel II le aclaró que ella siempre ponía a prueba a sus gobernantes con un sencillo test. Cuando Tony Blair llegó al Número 10, Su Graciosa Majestad le puso a prueba con una adivinanza:

- Es hijo de tu padre, pero no es tu hermano : ¿quién es?

El primer ministro se lo pensó unos segundos, y respondió: Soy yo.

Zapatero quedó muy complacido con la conseja, y de vuelta a Madrid decidió ponerlo en marcha con sus ministros. Llamó a su mano derecha, el ministro de Trabajo, e inquirió:

-Jesús, es hijo de tu padre, pero no es tu hermano.

Por más que se estrujó las meninges, Caldera no logró dar con la solución,  así que se marchó muy corrido y pidió ayuda al titular de Defensa, José Bono. Este tardó pocos segundos en dar con la respuesta:

-Soy yo.

Muy contento, D. Jesús regresó a Moncloa y con aire triunfal entró en el despacho presidencial:

-Ya lo tengo, jefe: es Pepe Bono.

-Serás, animal se lamentó el señor Presidente-: que no, Jesús, que no es Pepe Bono, que es Tony Blair.

Cuando un chiste tan veterano como el anterior se aplica a un político es que ese político ya es materia popular. Y el pueblo, loado sea, sólo habla de política para pitorrearse de los políticos.

En pocas palabras, en Moncloa y en Ferraz están preocupados por la súbita bajada de popularidad de Rodríguez Zapatero, un Presidente del Gobierno que desde el aciago 11-M ha vivido en estado de gracia... política.  Quince puntos de pérdida de popularidad no agradan a nadie, especialmente si la intención de voto, favorable al PSOE en más de 6 puntos, no ha disminuido. En definitiva, el resultado de la ecuación es que los españoles seguirán votando PSOE por pura manía al Partido Popular, por Aznarfobia, pero que, al mismo tiempo, han caído en la cuenta de lo que Mr. Bean y su Gobierno pueden dar de sí. Y esto, tanto el secretario general del Partido, Pepiño Blanco, como el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso, saben que puede ser el punto de partida hacia la derrota.

Por el momento, por tanto, la aznarfobia funciona, y hay que alimentarla todo lo posible. En la historia democrática española, nunca un ex provocó sentimientos tan incendiarios, pocos a favor, y muchísimos en contra. Hasta aznaristas de fuste claman ahora contra un personaje como Aznar que, voy a repetirlo, tenía más de acomplejado que de brillante. La catarsis del 11-M y la España que surgió de ella, es una España acobardada, presa de un síndrome de Estocolmo que le lleva a adoptar posturas suicidas. Y todo ello, curiosamente, ha sido un cambio no paulatino, sino raudo, en apenas unos días, los que van del 11 al 14-M de 2004. A partir de ese momento, éste es un país en el que nadie ofrece ideas o soluciones, sólo el diálogo para obtenerlas. Pero, que yo sepa, el diálogo es el punto de partida, no la estación término para solucionar los problemas.

Esta es la razón por la que el PSOE se niega a dar carpetazo al llamado problema vasco con la mejor de las opciones: una alianza entre socialistas y populares que, por primera vez desde su reinstauración, situara al nacionalismo en minoría en el gobierno autónomo vasco. Un parón en seco a las veleidades independentistas, que supondría para Zapatero el aplauso de sus votantes en el resto de España y la posibilidad de, por primera vez, impedir que el dinero público vasco financie el odio a lo español.

Sin embargo, Rubalcaba, otro importante asesor de Zapatero, se apresuró a decir que no, que no se fiaba del PP, a pesar de que el partido de Rajoy cedía la presidencia a los socialistas, que le habían superado en votos. Pero no : Rubalcaba, Blanco y Barroso tienen claro que hay que seguir explotando la aznarfobia, aun a riesgo de dar alas a unos nacionalismos vacos y catalán que, sobre todo el primero, sencillamente no tienen límite y no se conformarán con nada que se les quiera dar.

A Zapatero la economía le importa poco, el problema marroquí menos, la ampliación europea es una cuestión de técnicos: sólo vive para la llamada cuestión territorial, porque esa sí puede hacerle daño electoral. Pero prefiere continuar sembrando aznarfobia y cosechando votos resentidos que pactar con el Partido Popular para poner orden en Euskadi.

Como la sociedad misma: todo es anti-algo.

Eulogio López